1.
EL AMOR COMO UN RÍO
Seudónimo: Eurídice
Nombre y apellido: Cristina Maya
El amor como un río sin fronteras ni límites,
el desvelado amor que aún palpita en el vacío de la noche,
en el rincón oscuro, en el refugio donde el fuego se aviva,
en la inquietante ondulación del aire.
Amor que no se atreve, que mira de soslayo, que se esconde,
amor de la mirada, que ansía, que deleita y delira,
amor que aguarda siempre, que olvida las palabras,
que solo pronuncia un mismo nombre repetido.
Amor a la distancia estando cerca, amor sombrío, el de la noche extinta.
Amor que imagina lejanos mares,
naufragado en una playa de noches siderales, “de lejanos relámpagos,”
el siempre ausente, el que vuelve y se aleja:
“Como otra nave entre tus naves, regresa siempre mi nostalgia.”
El que divaga en tumultuosas calles, en extranjeros mundos.
El de las tierras desiertas, el de la muerte.
El de las noches con “una estrella de menta que enciende toda sangre.”
Amor taciturno, como una flecha hincada en la piel,
aprisionado en la estancia secreta,
en un bosque de almendros donde la primavera nunca muere,
amor que no claudica, el que se vierte en la primera sangre
y aguarda en la alcoba entre los blancos velos.
Amor traicionado, tormentoso, el de los amantes furtivos,
el que se niega, y se oculta…
Amor perdido, ignorado,
olvidado por siempre entre las fechas de un oscuro almanaque.
El que nos punza y nos hiere,
el que nos acoge y redime.
El amor como un río,
que no cesa,
que no cesa…
2.
DESPACIO
Seudónimo: Ilana Luna
Nombre y apellidos: Andrea Halaby Fernández
Te voy a olvidar despacio.
Te voy a ir borrando como se borran
las palabras sordas en una carta de
amor, con cautela para no romper la
hoja o dejar marcas. Te voy a ir
soltando de los hilos que nos tejen,
de uno en uno, deshaciendo nudos y
deshilachando hebras, despacio,
con suavidad precavida. Te voy a
dejar ir por las ranuras de mis dedos
entreabiertos, como la arena que se
escapa de a poquitos,
grano a grano,
segundo a segundo.
Te voy a olvidar despacio, aunque
me demore una vida entera.
3.
LA BIENVENIDA
Seudónimo: Selene
Nombre y apellidos: Eduardo Luna Hurtado
Descálzate de las hojas caídas y entra.
Traes en tus ojos tanto sur
Que se vuelven torpes mis palabras.
Busco en tu silencio lejanías,
Estaciones de trenes,
Arboledas que no atravesamos.
Tengo para ti dones sencillos:
Una fruta, la tarde, mi sonrisa;
Del adiós se regresa con un valor extraño.
En tus labios que tiemblan
Un brillo de gorrión se engalana.
Al fin encuentran mis manos tu tale
Que busqué por los contornos del sueño.
La cita se ha cumplido en esa canción
Que gira en el disco como una luna negra.
4.
QUISE AMARTE UNA VEZ
Seudónimo: Máximo Abelardo
Nombre y apellidos: Verano Brisas Brisas
Quise amarte una vez y yo temía
que al amarte de mi te separaras,
que sin pena ni gloria me dejaras
con un clásico adiós de cortesía.
Que a distintos amores te entregaras
en un gesto de infante rebeldía
y se quedara la ternura mía
cual lámpara sin luz que iluminara.
Esa vez ya pasó, la fe nacida
en tantas horas que vivimos juntos,
horas de pena y dicha compartidas,
le han dado a nuestras almas la certeza
de que estamos unidos por la vida
en un acto feliz…y en la tristeza.
5.
PARÁBOLA DE GALAOR EL VIEJO Y AMIRA LA DONCELLA
Seudónimo: Sammil Ídichi
Nombre y apellido: Luis Gabriel Jaramillo Flórez
Al término de las accidentadas trochas
que desde el territorio de la guerra le permitieron arribar
a la costa de la fosforescente Serranía del Baudó
contra cuyos peñascos estallan con estruendo las olas del poniente
el viejo Galaor contempla desde una playa de diamantes negros
la plateada redondez del mar Pacífico
en el horizonte no aparece todavía
la nave de Amira
la doncella que una noche de junio
en una trinchera de la remota megalópolis de rascacielos y tugurios
pronunció la dulzura y la armonía de los dioses
al oído de Galaor y de los astros
el plenilunio convenido
entre ella y él
para el arribo de Amira a la playa de diamantes negros
decreció hasta la ausencia de la luna
Amira
sin embargo
no llegó
Galaor navega entonces hacia el lejano Cabo Marzo
templo del altar incólume
diciéndose a sí mismo que quizás
en razón de los vientos
Amira navegó hacia allá directamente
durante las semanas de viaje soleado
Galaor se extasía en la contemplación de la costa verde y húmeda
y en su imbatible corazón
acuna a la auroral risa de Amira
ya en proximidades del altar lluvioso
centinelas de rocoso rostro
rompen con su calcárea cintura el furibundo embate de las olas
su bronca voz
y el relampagueo de sus espadas pétreas
impiden la entrada de Galaor a Cabo Marzo
demandan la presencia
junto a él
de la doncella que una noche de junio
pronunció la dulzura y la armonía de los dioses
al oído de Galaor y de los astros
Galaor fondea entonces
no lejos de la silueta verde-azul de Cabo Marzo
y de la luz nocturna de su faro
y en la hamaca
que de mástil a mástil tendió en la embarcación
espera
tras de su pipa humeante de polimorfas nubes
Amira ha de llegar un día
o una noche
ante la vigilia en calma de sus ojos
fijos en el horizonte inalcanzable pero cierto
sensitiva y sonriente ha de llegar
con una guirnalda de flores del campo entre las manos
y ceñirá las sienes
calladamente expuestas a la intemperie de las tempestades y los años
de cuando en cuando
descomunales buques blancos surcan el océano
colmados de internautas en asueto
que sobre la ondeante superficie descubren con asombro
súbitas caudas de ballena
y la fondeada embarcación de Galaor
quien
impasible
contempla la pausada sucesión de auroras y de ocasos
algunos
juzgan que se trata de un viejo demoníaco
a la espera de una doncella inmaculada
otros
que se trata de un viejo inmaculado
a la espera de una doncella demoníaca
todos
ignoran la existencia de Cabo Marzo y su ara de roca
todos
ignoran así mismo
que una noche de junio
al calor de la hoguera de una trinchera urbana
el firmamento y sus lumbreras conocieron
que era llegada la hora de victoriosas nupcias ante el altar incólume
entre un ácrata añejo que había roto ya las cadenas del tiempo
y una doncella de la primavera perpetua
ignoran también
todos
que la caricia del éxtasis entre quienes contraen nupcias ante el ara de roca
es la mirada intemporal de los amantes
a los ojos
y que de tal modo procrean
hijos alados
e inmortales
A la vera de los siglos
los centinelas de rocoso rostro y cintura calcárea
convierten en espuma y en luz la inclemente embestida de las olas
y el ara de roca de Cabo Marzo
calla
y se cubre de líquenes
bajo el follaje húmedo de la fosforescente Serranía del Baudó
1.
CUANDO TE VUELVA A VER
Seudónimo: Anonimayo
Nombres y apellidos: Carlos Alberto Palacio Lopera
Cuando te vuelva a ver yo seré otro.
Resulta imperativo que los sepas.
Tu esperando al metódico, al cantante,
al que los jesuitas moldearon,
al cortés, al paciente,
al que aprendió a tratar las señoritas
como a los libros caros,
como a los cuadros caros,
como a las colecciones de pinceles
o al cristal de Bohemia
o al durazno.
¡Te podrías llevar una sorpresa!
No digo que el planeta se derrumbe,
pero yo seré otro y es justo que los sepas.
Que sepas.
Que te pongas el casco.
Que te blindes.
Cuando te vuelva a ver no esperes prólogos.
Me lanzaré a tu boca sin preguntas,
sin consideraciones ni poemas,
como el suicida al tren, el toro al ruedo,
como se lanza al sexo el sordomudo.
Y plantaré mi beso cual bandera,
como afiche de fiesta o de concierto,
como se siembra un cactus: brutalmente.
y sólo cuando pasen el trueno y la estampida,
después de que los labios se reciten
y se cierren los ojos y se abran,
sólo entonces, no antes,
te diré una buena tarde,
¿qué te tomas?
¿cómo estuvo tu día?
¿caminamos?
2.
NOVIEMBRE EN PONIENTE
Seudónimo: Al Borocq
Nombres y apellidos: Philip Potdevin
a M.P.A.
L´amore piu non è quella tempesta.
GIUSEPPE UNGARETTI
Y el vello del fruto que tortura los dedos del amor
YANNIS RITSOS
Tu non m’abbandonare mia tristeza
sulla strada
EUGENIO MONTALE
NOVIEMBRE y sus tripas no se saciarán jamás
Se hermanaron con esta comarca hace tres meses… ¿o cuatro?
Como el huésped que se rehúsa a marchar a pesar de la escasez
Como la dolencia que se acomoda para ser cargada en un largo viaje.
No hay cabida para más cruces en la hoja del almanaque
Como víctimas de la pandemia que se procrean sin fin.
Estos setos no se riegan con líquidos vestigios
Estos parques no se cierran a las rejas de la noche
Estos bosques no se talan con hachazos al alma
Estos jardines se podan con el granizo de mediodía.
Noviembre se atravesó en el camino de los vientos y se detuvo
En el lodazal de la cordillera que escurre por los desfiladeros
Como un largo suicidio que no termina de triunfar.
El ancho agosto parió noviembre, monstruoso, acéfalo, ruin
… hay sospecha que diciembre no germinará, y por su lado
Enero aguarda agazapado en las grutas de los conspiradores.
El cielo ha tendido el manto de las nubes en su patio trasero
El cielo ha represado la catarata para llenar la alberca con el solsticio
El cielo: inmóvil, pesado, plomizo, obstinado e indiferente.
Las encías del cielo supuran la sanguaza dulzona de la garúa
Que se cuela por entre los pañolones y las franelas y las conciencias
Y frutece en el licor que nos embriaga de coléricas evocaciones.
Se respira la borrasca que asfixia el sendero
Y amenaza fulminar el aleteo de las ideas.
Las raíces del sol se pudren en el pantano de aquellas Victorias Regias
A la espera de un resquicio de luz filtrado por la fisura del verbo divino.
Un manojo de rosas marchitan el pergamino de la frente resquebrajada
Sin siquiera enterarse del rocío del Aleluya.
Y el sol claudica la canícula
Al lacayo ciego que preconiza la Era de las Tempestades.
Estos años…
Estos años de frenesí y dolor crecieron a la sombra de un alcaparro dorado.
Estos años vieron cosechar la vid avinagrada de hojas grandes y manchadas.
Alguien dijo, a tu lado y casi en murmullo:
El amor,
El amor, duro y reseco como las hebras de una picadura deshidratada.
El amor de los arreboles de octubre se ha olvidado del silencio de la casa.
Y…¿qué fue de octubre y septiembre?
¡Suiguieron de largo sin reparar en esta estación!
Solo noviembre se aclimata en los Anales de este hogar
Con sus madrugadas de jaquecas y agrieras.
Son treinta, cuarenta, cincuenta y tantos carnavales
Con sus miércoles de ceniza y cuaresmas y domingos de Resurrección
Con gusto a aceitunas rancias abandonadas en un platillo sobre el mesón.
Los astros chupan con avidez las colillas de las luciérnagas
Para impedir que la noche se derrumbe invicta sobre el techo de la casa.
En inútil esfuerzo pues el cielorraso desfondado ya inventó la Vía Láctea.
¿Viste?
Tu pareja se ha ausentado de tu lado
Para refugiarse en las antípodas de la casa.
Ha marchado por un café que hierve desde el amanecer,
Ha marchado por una revista sin carátula leída mil y cien veces en el retrete.
Ha preguntado antes de izarse desde la mecedora: ¿Llamaron?
Escribieron, dices, pero desde que llegó noviembre no abro el correo.
Diles, dice, que de tanto extrañarlos reinventamos sus caras, sus manos, sus voces.
Las imágenes de infancia perdieron su color y hoy son casi daguerrotipos.
Escucha.
Son dos almas que conversan sin palabras. Que se adivinan en gestos
Que reclaman con una mirada
E insultan sin hablar.
Calla.
Entran dos filas de lagartijas y sapos a entonar su cantata profana
Juntos han orquestado los versos de Safo y Catulo y los goliardos
Para reclamar a la noche el contrapunto del amor desenfrenado.
El cascarón baboso de la cigarra caerá del tronco lavado por la lluvia
Sin dejar huella de dónde solfeó en pretéritos equinoccios.
¿Es acaso ese el sol detenido a quince grados sobre el horizonte?
¿Se levanta o se pone?
Se pone, la rosa de los vientos marca el poniente,
Siempre el poniente.
Aguarda.
El amor reivindica la posesión del cuerpo
Ese cuerpo extenso ha prescrito a tu favor
tras años de uso, con ánimo de señor y dueño
…posesión tranquila e ininterrumpida.
¿Acaso lo olvidaste, hermano mío?
¿Acaso niegas el silbido, el ulular, el clímax, las cumbres y los valles?
Portas como medallas las manchas de las sábanas aposentadas tras cada batalla.
El placer ha hipotecado sus salmos a los acreedores de la noche
El placer se ha enmohecido como un mudo video erótico
En busca inútil de dos cuerpos fofos, foscos, fláccidos
Como el cuello de una tortuga que sobrevive al paso de los conquistadores
Que mide un tiempo sin tiempo, que espera un día sin esperanza.
¡Ay! de los albaricoques de los años mozos
¡Ay! del fragor de los cuerpos lacerados a mordiscos
Resaca de los invidentes que brindan en la última cena
Olvido del caníbal saciado de las vísceras de su prójimo,
Deseo del anciano tras el efebo que se escurre de la multitud.
Apenas sobreviven postales, retratos mutilados, reclamos de infidelidades,
Los juramentos y promesas han muerto enredados en los atrapasueños.
La casa se deshoja en el deslío de noviembre.
Cada hijo marchó con un catre, un libro, una taza.
Ya no hay libros.
Cada amigo se llevó tres, cuatro.
El último huésped ayer tomó prestados los siete que quedaban.
Ya no hay vida más allá de la agonía de las revistas de poesía.
El esqueleto de las bibliotecas bailotea en las sombras del candil
Y no importa,
A los casi ciegos nos estorban los libros.
Hace dos noches encendía el fuego con la obra inédita
Si bien es cierto que todo valía la pena…para el fuego.
El fuego ha celebrado y brincado hasta el amanecer
Los versos eróticos, los que mejor crepitan en las brasas.
Los versos épicos han humedecido y se niegan a arder,
Los versos a los amigos se abrazan en llamas azuladas.
Noviembre desdentado masca su papilla de recuerdos y sollozos.
Quizá alcance a escucharse tras su rumiar el clamor de mi bramido:
¡Yo amé!
La llanura del muro alguna vez vestido de blanco ostenta una plantilla
De allí cuelga una cintica tricolor que da fe que de allí colgó un tiple
Entonaba las guabinas y los pasillos y la contradanza y el bunde.
Yo sentado en las rodillas de mi abuelo aunque el murió en el treinta y tres
Y yo nací en el cincuenta y algo.
Y aún así recuerdo cada nota.
Abro la ventana y ha cesado de llover.
Cada charco refleja una luna diferente
Cada charco atrapa una nota de lejanía
Cada cristal añora el repiqueteo de la lluvia.
El abrazo, el gesto, la prenda, el beso, la caricia, el gemido.
Todos salen a celebrar con su canturreo el fin de noviembre.
Noviembre partió y ha dejado sus lodos secos y pestilentes
Como el pescado rancio en un congelador descompuesto.
Estas llagas no se cicatrizan con caricias.
Estas arrugas no se bruñen con el sol venidero,
Estas lágrimas no se enjuagan con la risa de infantes.
Estas manos se deshacen en tristeza y desapego.
¡Yo amé!
Si puedes ver detrás de los escombros
De tantas raspaduras y tantas telarañas…
OLGA OROZCO
3.
EL AMOR…
Seudónimo: Nubio
Nombres y apellidos: Rodrígo Valencia Q.
No soy de los que cuidan un ritual de amores; mis últimos amores los
agravó el señuelo.
Yo viajé por ellos como un Ulises engañado por el mar, pero ahora mi
barca vuela a recoger los truenos. Nadie será capaz de reconocer las
manos que dieron flores.
En el amor se nace como un desheredado; remendaréis los abrazos y
el final del río será el comienzo perpetuo.
No necesitáis un mapa; todo lo enseña vuestra propia brújula; las
lúnulas le harán caso desde el vértigo, y entonces encontraréis las
palabras precisas.
Comenzad a deshilachar el campo con su árbol; la huerta será
entonces una serenata, la bailarina alucinada tocará la luna, el
jugador solitario oirá las parcas, el pensador abandonado volverá el
camino sobre sí.
Estoy seguro, no caerá una caravana de abrazos; mis últimos amores
fueron un vendaval de soledades; mis besos tuvieron el sabor de lo
que falta.
Siempre habrá un caminante regresando, y entonces las palmera
regresarán más fácilmente al cielo.
El amor es regio para acelerar los ríos; moja el estrépito de las nubes
dulces.
Sortilegio es el amor; entre más lo llamas, más se esconde.
Los ojos del amor nacen sin párpados; no quieren cerrar un instante
la puerta del olvido, el agua no los lava en la cuna de las cenicientas.
Se necesitan príncipes azules para despertar el corazón del día.
Quizás habrá un espectacular renacer de aves migratorias, la estepa
resucitará, incluso con todos sus espantapájaros.
Amor en altamar, amor en bajamar; amor en los castillos destruidos
por la antigüedad; amor en los lagos donde los rezos nacen; amor en
los punteros acelerados de mi reloj.
Cantar al amor es oír los cántaros cuando madrugan llenos de
alucinaciones.
Encontrar el amor es olvidar el resto de palabras difíciles; caerán
debajo de la cama mientras el ojo sube a los tejados.
Se excita el diccionario con la esencia de las sinrazones, el amor
las permite cuando se levantan temprano y una mano es capaz de
acariciarlas.
El amor tiene un ojo prohibido: ronda lo inevitable, las almohadas
reservan el poder de la entrada.
Escuchemos su parpadeo tras las ojivas eternas, el cielo saldará las
cuentas incompletas.
Abrirse al amor es cerrar la puerta de las batallas; si acaso hay
caprichos, el amor les tira flores que se secan en el aire.
Recoged los pétalos, guardadlos en las estribaciones, un farol puede
cuidarlos sin interferencias ni celos.
En verdad os digo, el celo es el guardián del amor en los extremos de
la desolación. Nunca oigáis un celo; puede petrificar miradas,
fermentar las estaciones del año.
La luna es un trineo que viaja de noche a noche vigilando los amores
dormidos.
Mucho hay de luna en el amor; tiene ella cara de lumbrera
aunque él no alumbra; oscurece los catalejos y los miradores.
El amor es como el arcoirirs: siempre desaparece hasta el próximo
aguacero.
Cerrad los ojos cuando aparezca el amor; quizás podáis reconoceros
sin el florero de las siete lunas.
Enamorarse es perder el nombre en una carta exiliada de sí misma.
Oiréis las canciones como si fueran vuestras, regresando a las espinas
del rosal.
Tirad una flor a una mano sedienta, quizás retorne delirando en los
desiertos.
La escalera para subir al amor es un bajar a todos los despojos.
Tiene su ángel el amor; a veces vuela entre los precipicios, ayuda a
sobrevolar el crepúsculo, el apagarse de las sonrisas.
Sin embargo, amarás; tendrás que hacer una coraza para resistir sus
estallidos.
4.
A TODAS HORAS
Seudónimo: Do Mayor
Nombres y apellidos: Jorge Ladino Gaitán Bayona
La llave de la cocina dice tu nombre,
abierta o cerrada,
las gotas pronuncian tus pasos.
Escucho una canción y la voz de Bunbury
tus olas vuelven a mi cuarto.
El gato salta de silla en silla
Y sus pelos en el aire dibujan tu sonrisa fresca.
En la taza del café tus labios se enredan en mis labios.
La lámpara juega a Penélope
y teje y desteje su luz mientras tu sombra acecha.
Escribo este poema
y en el teclado el eco de tus dedos arrulla mis manos.
Te amo en cada cosa donde mis ojos arrojan sus anzuelos.
5.
QUIEN NO CONOCE LOS VINOS DE LA SABIA PACIENCIA
Seudónimo: Federico Sánchez Ibarra
Nombres y apellidos: José Luis Garcés González
Como amado en el amante
uno en otro residía…
SAN JUAN DE LA CRUZ
No estás hecha para aspiraciones mayores, dices;
para logros que sacien lo vegetal de tu orgullo.
Llegaste tarde a la fiesta de los sentimientos.
Tarde y mal aconsejada.
Desligada de los altares que construye la tierra.
Y ahíta de una ambición
que no acepta remordimientos.
Para vences, primero hay que someter
la rabia de nuestro metal
a las bendiciones de ternura.
Pero no: quisiste la victoria sin doblegar
la rodilla
y nada entrega tanto por tan escasa tolerancia.
Acostada alzaste el brazo
para desplegar la bandera sombría
de tu axila
pero no hubo viento que la agitara
ni labio que fuera hacia el beso
ensortijado.
Allí estaba tu infierno, pero tú lo creíste
gloria. Allí navegaban tu sudor alegre
y los olores menos respetables.
En todas las habitaciones donde pasaste
quedó como ancla ese recuerdo.
Entonces comenzaron las uvas de la desesperación
y las palabras con espinas
que querían destruir el pasado y a los
que eran presentes.
Matar a lo que viene del fondo del pretérito
amargo pero claro, esa gota humilde y
persistente
que llenó la vasija de fuego lento y alaridos
sin nombre.
Abarcar todo, que todo te perteneciera,
desde el color de la sopa
hasta la erección de la entrepierna.
No supiste esperar. Los hechos hacen fila
frente a la puerta donde reposa el amor.
Todo y ahora, era la pretensión sin sentido.
Todo y ahora, que mi sed no da espera.
Algo de viento empezó a salir por la
ventana entreabierta.
Las primeras gotas seguras cayeron
en la abertura de tus labios.
Y surgió entonces el veneno que llevamos
por dentro, el que arrasa como
aluvión, el que no conoce los vinos
de la sabia paciencia.
Noche de decepción. Día de desastre.
Madrugada de duros presagios.
También, para residir, el amor es carta de paciencia,
filigrana colmada que se tuerce
en pos de la inalcanzable perfección.
También el amor es un juego de naipes
brujos y de agua misteriosa.
Ahora estás decidida al retiro pero atascada para el regreso.
El camino se halla cubierto de sombras
y de las maldiciones que no lograron opacar
los momentos mortales pero felices.
La memoria del cuerpo te cobra
sin la ficción de la clemencia.
Yo, vampiro de ojos,
escribo tu afrenta.