Chiquinquirá, 1867 – Usiacurí, 1923
TODO NOS LLEGA TARDE
Todo nos llega tarde, -hasta la muerte.
Nunca se satisface ni se alcanza
la dulce posesión de una esperanza
cuando el deseo acósanos más fuerte.
Todo puede llegar; pero se advierte
que todo llega tarde: la bonanza,
después de la tragedia; la alabanza,
cuando está ya la aspiración inerte.
La Justicia nos muestra su balanza,
cuando sus siglos en la Historia vierte
el Tiempo mudo que en el orbe avanza;
y la Gloria, esa ninfa de la suerte,
sólo en las viejas sepulturas danza.
Todo nos llega tarde: -hasta la muerte.
Oye la historia que contome un día
el viejo enterrador de la comarca:
era un amante a quien por suerte impía
su dulce bien le arrebató la parca.
Todas las noches iba al cementerio
a visitar la tumba de la hermosa;
la gente murmuraba con misterio:
es un muerto escapado de la fosa.
En una horrenda noche hizo pedazos
el mármol de la tumba abandonada,
cavó la tierra… y se llevó en los brazos
el rígido esqueleto de la amada.
Y allá en la oscura habitación sombría,
de un cirio fúnebre a la llama incierta,
dejó a su lado la osamenta fría
y celebró sus bodas con la muerta.
Ató con cintas los desnudos huesos,
el yerto cráneo coronó de flores,
la horrible boca le cubrió de besos
y le contó sonriendo sus amores.
Llevó a la novia al tálamo mullido,
se acostó junto a ella enamorado,
y para siempre se quedó dormido
al esqueleto rígido abrazado.
TÚ NO SABES AMAR
Tú no sabes amar; ¿acaso intentas
darme calor con tu mirada triste?
El amor nada vale sin tormentas,
¡ sin tempestades… el amor no existe !
Y, sin embargo dices que me amas.
No, no es amor lo que hacia a mí te mueve:
el Amor es un sol hecho de llamas,
y en los soles jamás cuaja la nieve.
¡El amor es volcán, es rayo, es lumbre,
y debe ser devorador, intenso;
debe ser huracán, debe ser cumbre…
debe alzarse hasta Dios como el incienso!
¿Pero tú piensas que el amor es frío?
¿Que ha de asomar en ojos siempre yertos?
Con tu anémico amor… anda, bien mío,
¡anda al osario a enamorar los muertos!
FLORES NEGRAS
Oye; bajo las ruinas de mis pasiones,
en el fondo de ésta alma que ya no alegras,
entre el polvo de sueños y de ilusiones
brotan entumecidas mis flores negras.
Ellas son mis dolores, capullos hechos
los intensos dolores que en mis entrañas
sepultan sus raíces cual los helechos,
en las húmedas grietas de las montañas,
Ellas son tus desdenes y tus rigores;
son tus pérfidas frases y tus desvíos;
son tus besos vibrantes y abrasadores
en pétalos tornados, negros y fríos.
Ellas son el recuerdo de aquellas horas
en que presa en mis brazos te adormecías,
mientras yo suspiraba por las auroras
de tus ojos… auroras que no eran mías.
Ellas son mis gemidos y mis reproches
ocultos en esta alma que ya no alegras;
son por eso tan negras como las noches
de los gélidos polos… mis flores negras.
Guarda, pues, este triste, débil manojo
que te ofrezco de aquellas flores sombrías;
Guárdalo; nada temas: es un despojo
del jardín de mis hondas melancolías.