La Ceja, Antioquia, 9 de mayo de 1826 – Medellín, 6 de julio de1872
RECIÉN NACIDO
¿A qué viniste al mundo de las lágrimas
Ser inocente, inofensivo, ideal?
¿Ignoras que el dolor empaña ¡mísero!
Las aguas de ese límpido cristal?
¿Sabes qué es el mundo? Un negro piélago
Do al fin sucumbe quien navega en él,
Como sucumbe entre las ondas pérfidas
Juguete de las olas el bajel.
Grato me fuera si te viera espléndido
Alzar tu vuelo a la mansión de Dios,
Antes que empieces a apurar el tósigo
Del desengaño, de la vida en pos.
¿Has visto acaso a la violeta tímida
Mostrar sus galas al primer albor,
Luego en la tarde replegar sus pétalos
Herida por el astro brillador?
Así del hombre los ensueños plácidos
Envueltos siempre en el dolor están;
¡Ah! ¡que los goces de la vida rápidos
Riendo vienen y muriendo van!
Si acaso llega la fortuna pródiga
Alguna vez a coronar tu sien,
Recuerda que este don es siempre efímero,
Y eterna la virtud, único bien.
UN PASEO EN ABEJORRAL
Su mano diestra en mi mano,
Mi siniestra en su cintura,
Su brazo izquierdo en mi cuello,
Triste yo, llorosa Julia,
Largo rato caminamos
Sobre la grama menuda
Siempre limpia y siempre verde
Que la población circunda.
-Vamos allí, al cementerio,
Dijo mostrando en la altura
Paredes que blanqueaban
Entre la niebla confusas.
-Está muy lejos. –No importa.
-Te hará daño. –Con tu ayuda
Y apoyándome en t u brazo
No hay senda larga ninguna.
-Vamos; pero… al cementerio…
No puede ser. -¿Por qué dudas?
Es que quiero dirigirme
A donde se halla la tumba
Donde descansan los restos
De nuestra hija. –Ninguna
Señal mandé que pusiesen
En su humilde sepultura.
Quiero olvidar los pesares
Si me olvida la ventura.
¿Para qué tener presentes
Fechas, nombres, sepulturas
Que el amargor de la vida
Su amargor cáustico juntan?
¿Para qué dejar señales
Que nuestras penas anuncian,
Si éstas su sello de plomo
Grabando van una a una?
El corazón y la frente
Son buenos testigos, Julia,
Pues llevan talladas siempre
Heridas él y ella arrugas.
Cabellos en relicarios,
Ceniza guardada en urnas,
Cruces en los cementerios,
Son vanidades, locura.
-No me digas esas cosas;
Vamos andando, y procura
Tener presente su imagen,
Y aquella suprema angustia
De la niña que al ser ángel
Nos dejó; no olvides nunca
Sus bellos ojos, tan bellos,
Que alivio en su madre buscan,
Y que no encontrando alivio,
En sus órbitas se ocultan;
Ni su quejido doliente,
Ni las manitas que cruza
Cayendo desfallecidas,
Sin hallar fuerza ninguna;
Ni su aliento que se apaga,
Ni su estertor. –Oye, Julia:
Yo he mentido al decir que no se puso
Una señal para fijar mejor
Los restos de la niña que al ser ángel
Sobre la tierra nos dejó a los dos.
¿Ves un ciprés que empieza a levantarse
Allí, en ese recinto funeral?
Ese marca el sepulcro en donde se halla
Esa hija que vienes a buscar.
¿No temes tú manosear los filos
Que te ofrece, acerados, el dolor?
Gastarlos puedes o romper con ellos
Las manos, y después el corazón.
Yo no quiero que a una ave casi implume
Corten alas si un vuelo no ensayó:
¿Por qué, ya que la arrojan a la vida,
No la dejan gozar aire mejor?
A esa tumba yo diera el alma mía
Y la sangre mejor del corazón
Si el polvo que ella guarda se animara,
Si reviviera la marchita flor.
Quisiera que un escudo impenetrable
Se interpusiera entre el dolor y yo…
Mas si quieres sufrir, sufre y…te guardo;
Aquel es el ciprés; yo allá no voy.
_¡Oh! Yo tampoco iré, mas no blasfemes
Es preciso tener resignación,
Que el dolor que sufrimos en la tierra
En su bondad lo santifica Dios.
Has como yo, inclina la cabeza
Y dobla la rodilla como yo,
Y repite en el fondo de tu alma:
Bendito y alabado sea el Señor.
1853.
AL SALTO DEL TEQUENDAMA
Los valles va a buscar del Magdalena
Con salto audaz el Bogotá espumoso.
BELLO.
Mudo a tu vista de terror y espanto
El oprimido corazón palpita,
Como el arcángel ante Dios agita
Sus blancas alas, su celeste canto.
Te he visto ya. Tu imagen imponente
La imagen es del Hacedor airado,
Cuando a su voz tremenda fue lanzado
Desde el rudo peñasco tu torrente.
Es tu aspecto sublime como el nombre
Del que rige los mundos; tan terrible
Como lo fue la maldición horrible
De Dios lanzada en el Edén al hombre.
Yo he mirado de lo alto desprendidas
Tus ondas turbias entre hirviente espuma,
Rodar envueltas en la blanca bruma
Y en el abismo rebramar perdidas.
Con lento paso recorriendo el monte
Las he visto asomar en la ancha boca,
Y veloces lanzarse de la roca
Como lampo fugaz del horizonte.
Las he visto en confuso remolino
Una tras otra descender hinchadas,
Y en su rápido curso arrebatadas
En vaporoso y leve torbellino.
En agrupados borbotones corren,
Y en su curso parecen suspendidas
Un momento, y se avanzan desprendidas
Antes que el rastro de sus huellas borren.
Y tu raudal en niebla se desata
Y en argentados remolinos sube,
Como de incienso la olorosa nube,
Que en vagos giros su extensión dilata.
Del sol naciente el rayo matutino
Tornasola tu niebla transparente,
Y aureola fantástica en la frente
Blanda te ciñe el iris purpurino.
Un fantasma pareces circuido
Den manto aéreo y ondulante velo,
Y que un rayo ilumina desde el cielo
Su flotante y magnífico vestido.
La niebla alforjada que despides
Cubre las hojas del silvestre helecho,
Y las gotas que forma las recibes
Y las sepultas en tu inmenso lecho.
De rama en rama se deslizan, huyen
Las leves gotas de sutil rocío,
Y se desprenden el rumor bravío
De tus raudales, que incansables bullen.
¡Imagen del despecho…!Yo he vertido
Una lágrima al verte, pura, ardiente,
Que fue a juntarse a tu veloz corriente,
Cual pensamiento en la extensión perdido.
Sí: lágrimas me arranca tu aspecto majestuoso
Y mudo a tu presencia palpita el corazón,
Pues hay en el humano un pliegue misterioso
Que le une en las obras sublimes del Criador.
Mezquino el pensamiento concentrase en sí mismo…
Contemplo absorto, extático tus aguas descender;
Estúpidos mis ojos recorren el abismo…
Y un escondido impulso me está empujando a él…
Quisiera con tus aguas lanzarme confundido,
Rodar envuelto en ellas, unirme más a ti;
Quisiera mis lamentos unir a tu estampido;
Quisiera mi existencia a tu existencia unir…
Paréceme que miro vagar por el torrente
De niebla rodeado tu genio bienhechor,
Espíritu infundiendo a tu veloz corriente
Y a tus hirvientes aguas prestando animación.
¡Imagen atrevida por el Criador formada!
¡Salud, yo te venero, oh parto colosal!
¡pues eres de la América el alma despechada
Que llora de sus hijos la antigua libertad!