Gregorio Gutiérrez González

Gregorio Gutiérrez GonzalezA

La Ceja,  Antioquia, 9 de mayo de 1826 – Medellín, 6 de julio de1872

 RECIÉN NACIDO

 

¿A qué viniste al mundo de las lágrimas

Ser inocente, inofensivo, ideal?

¿Ignoras que el dolor empaña ¡mísero!

Las aguas de ese límpido cristal?

 

¿Sabes qué es el mundo? Un negro piélago

Do al fin sucumbe quien navega en él,

Como sucumbe entre las ondas pérfidas

Juguete de las olas el bajel.

 

Grato me fuera si te viera espléndido

Alzar tu vuelo a la mansión de Dios,

Antes que empieces a apurar  el tósigo

Del desengaño, de la vida en pos.

 

¿Has visto acaso a la violeta tímida

Mostrar sus galas al primer albor,

Luego en la tarde replegar sus pétalos

Herida por el astro brillador?

 

Así del hombre los ensueños plácidos

Envueltos siempre en el dolor están;

¡Ah! ¡que  los goces de la vida rápidos

Riendo vienen y muriendo van!

 

Si acaso llega la fortuna pródiga

Alguna vez a coronar tu sien,

Recuerda que este don es siempre efímero,

Y eterna la virtud, único bien.

 

 

UN PASEO EN ABEJORRAL

 

Su mano diestra en mi mano,

Mi siniestra en su cintura,

Su brazo izquierdo en mi cuello,

Triste yo, llorosa Julia,

Largo rato caminamos

Sobre la grama menuda

Siempre limpia y siempre verde

Que la población circunda.

-Vamos allí, al cementerio,

Dijo mostrando en la altura

Paredes que blanqueaban

Entre la niebla confusas.

-Está muy lejos. –No importa.

-Te hará daño. –Con tu ayuda

Y apoyándome en t u brazo

No hay senda larga ninguna.

-Vamos; pero… al cementerio…

No puede ser. -¿Por qué dudas?

Es que quiero dirigirme

A donde se halla la tumba

Donde descansan los restos

De nuestra hija. –Ninguna

Señal mandé que pusiesen

En su humilde sepultura.

Quiero olvidar los pesares

Si me olvida la ventura.

¿Para qué tener presentes

Fechas, nombres, sepulturas

Que el amargor de la vida

Su amargor cáustico juntan?

¿Para qué dejar señales

Que nuestras penas anuncian,

Si éstas su sello de plomo

Grabando van una a una?

El corazón y la frente

Son buenos testigos, Julia,

Pues llevan talladas siempre

Heridas él y ella arrugas.

Cabellos en relicarios,

Ceniza guardada en urnas,

Cruces en los cementerios,

Son vanidades, locura.

-No me digas esas cosas;

Vamos andando, y procura

Tener presente su imagen,

Y aquella suprema angustia

De la niña que al ser ángel

Nos dejó; no olvides nunca

Sus bellos ojos, tan bellos,

Que alivio en su madre buscan,

Y que no encontrando alivio,

En sus órbitas se ocultan;

Ni su quejido doliente,

Ni las manitas que cruza

Cayendo desfallecidas,

Sin hallar fuerza ninguna;

Ni su aliento que se apaga,

Ni su estertor. –Oye, Julia:

Yo he mentido al decir que no se puso

Una señal para fijar mejor

Los restos de la niña que al ser ángel

Sobre la tierra nos dejó a los dos.

¿Ves un ciprés que empieza a levantarse

Allí, en ese recinto funeral?

Ese marca el sepulcro en donde se halla

Esa hija que vienes a buscar.

¿No temes tú manosear los filos

Que te ofrece, acerados, el dolor?

Gastarlos puedes o romper con ellos

Las manos, y después el corazón.

Yo no quiero que a una ave casi implume

Corten alas si un vuelo no ensayó:

¿Por qué, ya que la arrojan a la vida,

No la dejan gozar aire mejor?

A esa tumba yo diera el alma mía

Y la sangre mejor del corazón

Si el polvo que ella guarda se animara,

Si reviviera la marchita flor.

Quisiera que un escudo impenetrable

Se interpusiera entre el dolor y yo…

Mas si quieres sufrir, sufre y…te guardo;

Aquel es el ciprés; yo allá no voy.

_¡Oh! Yo tampoco iré, mas no blasfemes

Es preciso tener resignación,

Que el dolor que sufrimos en la tierra

En su bondad lo santifica Dios.

Has como yo, inclina la cabeza

Y dobla la rodilla como yo,

Y repite en el fondo de tu alma:

Bendito y alabado sea el Señor.

1853.

 

AL SALTO DEL TEQUENDAMA

 

Los valles va a buscar del Magdalena

Con salto audaz el Bogotá espumoso.

BELLO.

 

Mudo a tu vista de terror y espanto

El oprimido corazón palpita,

Como el arcángel ante Dios agita

Sus blancas alas, su celeste canto.

 

Te he visto ya. Tu imagen imponente

La imagen es del Hacedor airado,

Cuando a su voz tremenda fue lanzado

Desde el rudo peñasco tu torrente.

 

Es tu aspecto sublime como el nombre

Del que rige los mundos; tan terrible

Como lo fue la maldición horrible

De Dios lanzada en el Edén al hombre.

 

Yo he mirado de lo alto desprendidas

Tus ondas turbias entre hirviente espuma,

Rodar envueltas en la blanca bruma

Y en el abismo rebramar perdidas.

 

Con lento paso recorriendo el monte

Las he visto asomar en la ancha boca,

Y veloces lanzarse de la roca

Como lampo fugaz del horizonte.

 

Las he visto en confuso remolino

Una tras otra descender hinchadas,

Y en su rápido curso arrebatadas

En vaporoso y leve torbellino.

 

En agrupados borbotones corren,

Y en su curso parecen suspendidas

Un momento, y se avanzan desprendidas

Antes que el rastro de sus huellas borren.

 

Y tu raudal en niebla se desata

Y en argentados remolinos sube,

Como de incienso la olorosa nube,

Que en vagos giros su extensión dilata.

 

Del sol naciente el rayo matutino

Tornasola tu niebla transparente,

Y aureola fantástica en la frente

Blanda te ciñe el iris purpurino.

 

Un fantasma pareces circuido

Den manto aéreo y ondulante velo,

Y que un rayo ilumina desde el cielo

Su flotante y magnífico vestido.

 

La niebla alforjada que despides

Cubre las hojas del silvestre helecho,

Y las gotas que forma las recibes

Y las sepultas en tu inmenso lecho.

 

De rama en rama se deslizan, huyen

Las leves gotas de sutil rocío,

Y se desprenden el rumor bravío

De tus raudales, que incansables bullen.

 

¡Imagen del despecho…!Yo he vertido

Una lágrima al verte, pura, ardiente,

Que fue a juntarse a tu veloz corriente,

Cual pensamiento en la extensión perdido.

 

Sí: lágrimas me arranca tu aspecto majestuoso

Y mudo a tu presencia palpita el corazón,

Pues hay en el humano un pliegue misterioso

Que le une en las obras sublimes del Criador.

 

Mezquino el pensamiento concentrase en sí mismo…

Contemplo absorto, extático tus aguas descender;

Estúpidos mis ojos recorren el abismo…

Y un escondido impulso me está empujando a él…

 

Quisiera con tus aguas lanzarme confundido,

Rodar envuelto en ellas, unirme más a ti;

Quisiera mis lamentos unir a tu estampido;

Quisiera mi existencia a tu existencia unir…

 

Paréceme que miro vagar por el torrente

De niebla rodeado tu genio bienhechor,

Espíritu infundiendo a tu veloz corriente

Y a tus hirvientes aguas prestando animación.

 

¡Imagen atrevida por el Criador formada!

¡Salud, yo te venero, oh parto colosal!

¡pues eres de la América el alma despechada

Que llora de sus hijos la antigua libertad!