Eduardo Carranza

Eduardo Carranza

Villavicencio, 23 de julio de 1913 – Bogotá, 13 de febrero de 1985

 

LA NIÑA DE LOS JARDINES

 

¿En qué jardín del aire o terraza del viento,

entre la luz redonda del cielo suspendida.

creció tu voz de lirio moreno y la subida

agua surtió que te hace de nube el pensamiento?

 

A tus años abraza su tibio encantamiento,

como una enredadera de música, la vida;

y es onda de jazmín tu alma, conducida

por la brisa de más hermoso movimiento.

 

Alzas al sol los brazos -surtidores de gozo-

como al fin de una danza, y un azul alborozo

de ángeles te rodea y esbeltas melodías.

 

Sabes el alfabeto rosado de las rosas,

tu corazón columpia todas las mariposas

y cantan como pájaros en tu hombro los días.

 

PEQUEÑA ODA DE AMOR

 

Amor, nunca de ti sea mi alma desierta:

y que siempre tus manos con flores me despierten

golpeando en mi ventana como esa joven, loca

de rizos y de risas, allá en la adolescencia…

 

Tenme siempre en los ojos, amor, tu venda pura,

siempre sobre mi boca tu brasa lineal,

tenme siempre en el tacto tus jardines secretos

y en el oído siempre tu abeja delirante.

 

Dame siempre la luna, la manzana, el recodo,

y a la sombra del árbol dame el corcel de miel

para el viaje relámpago. la rosa venenosa

y el declive de fruta fluyendo entre luciérnagas.

 

Piérdeme por tu dédalo y que jamás me encuentren:

y a mí el breve río de los peces canela

y a mí la ola roja y alegre de los besos

y a mí la venadita del cielo con sus cintas.

 

Como el árbol que mira insomne una ventana,

de pie midiendo el tiempo latido por latido,

así te quiero, amor, enfrente de mi vida,

en el día y la noche azul de Suramérica.

 

TIEMPO DE OLVIDO

 

Tú que me sabes río abandonado

en el sediento cauce del olvido,

y a tu vano recuerdo tan unido

como el agua a su cielo reflejado.

 

Tú que me sabes tiempo deshojado

en la mano final de lo perdido

y, como un horizonte prohibido,

me circundas el sueño desvelado.

 

Tú que me sabes aire destinado

al vuelo de tus aves, son herido,

surtidor ruiseñor y enamorado.

 

Sobre este corazón, atardecido

y por turbias mareas asaltado,

hazte nube volando hacia el olvido.

 

AZUL DE TI

 

Pensar en ti es azul, como ir vagando

por un bosque dorado al mediodía:

nacen jardines en el habla mía

y con mis nubes por tus sueños ando.

 

Nos une y nos separa un aire blando,

una distancia de melancolía;

yo alzo los brazos de mi poesía,

azul de ti, dolido y esperando.

 

Es como un horizonte de violines

o un tibio sufrimiento de jazmines

pensar en ti, de azul temperamento.

 

El mundo se me vuelve cristalino,

y te miro, entre lámpara de trino,

azul domingo de mi pensamiento.