Aurelio Arturo

Aurelio Arturo

La Unión, Nariño; 22 de febrero de 1906 –  Bogotá; 24 de noviembre de 1974

 

TODAVÍA

 

Cantaba una mujer, cantaba

sola creyéndose en la noche,

en la noche, felposo valle.

 

Cantaba y cuanto es dulce

la voz de una mujer, esa lo era.

Fluía de su labio

amorosa la vida…

la vida cuando ha sido bella.

 

Cantaba una mujer

como en un hondo bosque, y sin mirarla

yo la sabía tan dulce, tan hermosa.

cantaba, todavía

canta…

 

QUÉ NOCHE DE HOJAS SUAVES

 

Qué noche de hojas suaves y de sombras

de hojas y de sombras de tus párpados,

la noche toda turba en ti, tendida,

palpitante de aromas y de astros.

 

El aire besa, el aire besa y vibra

como un bronce en el límite lontano

y el aliento en que fulgen las palabras

desnuda, puro, todo tu cuerpo humano.

 

Yo soy el que has querido, piel sinuosa,

yo soy el que tú sueñas, ojos llenos

de esa sombra tenaz en que boscajes

abren y cierran párpados serenos.

 

Qué noche de recónditas y graves

sombras de hojas, sombras de tus párpados:

está en la tierra el grito mío, ardiendo,

y quema tu silencio como un labio.

 

Era una noche y una noche nada

es, pregona en sus cántigas el viento:

aún oigo tu anhelar, tu germinar melódico

y tu rumor de dátiles al viento.

 

Y he de cantar en días derivantes

por ondas de oro, y en la noche abierta

que enturbiará de ti mi pensamiento,

he de cantar con voz de sombra llena.

 

Qué noche de hojas suaves y de sombras

de hojas y de sombras de tus párpados,

la noche toda turba en ti, tendida,

palpitante de aromas y de astros.

                                             

LLUVIAS

Ocurre así

la lluvia

comienza un pausado silabeo

en los lindos claros del bosque

donde el sol trisca y va juntando

las lentas sílabas y entonces

suelta la cantinela

 

así principian esas lluvias inmemoriales

de voz quejumbrosa

que hablan edades primitivas

y arrullan generaciones

y siguen narrando catástrofes

y glorias

y poderosas germinaciones

cataclismos

diluvios

hundimientos de pueblos y razas

de ciudades

lluvias que vienen del fondo de milenios

con sus insidiosas canciones

su palabra germinal que hechiza y envuelve

y sus fluidas rejas innumerables

 

que pueden ser prisiones

o arpas

o liras

pero de pronto

se vuelven risueñas y esbeltas

danzan

pueblan la tierra de hojas grandes

lujosas

de flores

y de una alegría menuda y tierna

 

con palabras húmedas

embaidoras

nos hablan de países maravillosos

y de que los ríos bajan del cielo

 

olvidamos su treno

y los amamos entonces porque son dóciles

y nos ayudan

y fertilizan la ancha tierra

la tierra negra

y verde

y dorada

      

CLIMA

 Este verde poema, hoja por hoja,

lo mece un viento fértil, suroeste;

este poema es un país que sueña,

nube de luz y brisa de hojas verdes.

 

Tumbos del agua, piedras, nubes, hojas

y un soplo ágil en todo, son el canto.

Palmas había, palmas y las brisas

y una luz como espadas por el ámbito.

 

El viento fiel que mece mi poema,

el viento fiel que la canción impele,

hojas meció, nubes meció, contento

de mecer nubes blancas y hojas verdes.

 

Yo soy la voz que al viento dio canciones

puras en el oeste de mis nubes;

mi corazón en toda palma, roto

dátil, unió los horizontes múltiples.

 

Y en mi país apacentando nubes,

puse en el sur mi corazón, y al norte,

cual dos aves rapaces, persiguieron

mis ojos, el rebaño de horizontes.

La vida es bella, dura mano, dedos

tímidos al formar el frágil vaso

de tu canción, lo colmes de tu gozo

o de escondidas mieles de tu llanto.

 

Este verde poema, hoja por hoja

lo mece un viento fértil, un esbelto

viento que amó del sur hierbas y cielos,

este poema es el país del viento.

 

Bajo un cielo de espadas, tierra oscura,

árboles verdes, verde algarabía

de las hojas menudas y el moroso

viento mueve las hojas y los días.

 

Dance el viento y las verdes lontananzas

me llamen con recónditos rumores:

dócil mujer, de miel henchido el seno,

amó bajo las palmas mis canciones.