De la editora: Contra la violencia confortable | María Mercedes Carranza |
8 |
Belisario Betancur Convocatoria Unas palabras La autonomía intelectual |
Casa de Poesía Silva Gabriel García Márquez Belisario Betancur |
15 |
Memoria y alucinación en José Hierro Réquiem |
Pedro José Sanz Serrano José Hierro |
27 |
La primera poesía de Constantin Cavafis Pasiones |
Eduardo López Jaramillo Constantin Cavafis |
37 |
Poesía mexicana de hoy – Imitación de Octavio Paz – Topo del cielo – Sultán – Reflexiones a partir de la desmesurada longitud de los pies – «Para cuando los muertos…» |
Francisco Cervantes Jorge Esquinca Blanca Luz Pulido Ricardo CastilloJosé Luis Rivas |
57 62 |
Vicente Huidobro: Huidobro y el Creacionismo |
Fernando Charry Lara |
69 |
Poesía en Medellín |
Fernando Rendón Michele Goldstein |
81 |
Alvaro Mutis: artista de la palabra Funeral en Viana |
Ramiro Eduardo Osorio F. Alvaro Mutis |
121 |
Premio Nacional de Poesía -Solitarios-Solidarios – El poder – El país del viento – En una tienda Dakota – Oficio divino – Blancos y Rojos |
Jaime Eduardo Jaramillo J. Gustavo Adolfo Garcés Octavio Hernández Jiménez William Ospina Jaime García Maffla Gloria María Posada |
131 |
Dulce María Loynaz, poeta del silencio | Víctor Rodríguez Núñez |
151 |
Poetas del Caribe |
Rómulo Bustos Aguirre |
167 |
Vladimir Maiakovski: Una nube con pantalones | Armando Orozco Tovar |
195 |
Presencia Viva de la poesía – Autodefensa – Poética – Nihil obstat – Rainer María Rilke y yo – Los habitantes de la pecera – Un griego en Bolivia – Jorge Luis Borges en el salón de honor… – «Este castillo» – Hada – Crónica de peregrinos – Vidrio, aldaba – Madre, nosotros también somos historia – Regreso – Nave capitana |
Rafael del Castillo Matamoros Carlos Germán Belli Juan Calzadilla Pablo Armando Fernández Alfonso Romano de Sant’Anna Alejandro Aura Pedro Shimose Eduardo Llanos Ana María Rodas Jorge Boccanera Naín Nómez Rafael Courtoisie Francisco Morales Santos Carlos Rafael Duverrán Manuel Ruano |
209 |
Miguel Barnet El rito poético de todos Oriki para Bola de Nieve |
Efraín Rodríguez Santana Miguel Barnet |
233 |
Nueva poesía colombiana – Nostalgia del fuego – Hora – La travesía de un buscador de magos – El circo |
Henry Luque Muñoz Angela García Gabriel Arturo Castro M. Omar Ortiz |
241 |
La poesía tiene la palabra – Iniciación – Silencio en los jardines.. |
Miguel Rasch Isla Orietta Lozano |
255 |
Donaciones a la Casa de Poesía Silva |
265 |
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Apéndices |
289 |
REVISTA CASA SILVA # 7
Estamos aquí esta noche para celebrar una ceremonia que se hace desde las épocas prehistóricas, desde que los primeros hombres y mujeres aparecieron sobre la tierra. Los etnólogos suponen que el hombre arcaico, en lo más profundo de las cavernas donde se refugiaba, se reunía para contar historias y así nacieron los mitos, es decir, la poesía. Sabemos que las comunidades llamadas primitivas agasajaban a sus dioses y reafirmaban sus creencias, en fiestas con cantos y relatos poéticos. Hay también testimonios de que en nuestro mundo indígena prehispánico las grandes celebraciones giraban en torno a la danza y la poesía. Y hasta nosotros han llegado las descripciones de las orgías poéticas en la corte del Gran Señor de Tezcoco, el sabio gobernante y gran poeta Nezahualcóyotl.
Esas fiestas podían ser religiosas o paganas y sus ritos servían para enterrar a los muertos o para exorcizar a los malos espíritus, alejar tragedias y maldiciones o para atraer bonanza y prosperidad o, simplemente, para gozar y embriagarse con la belleza.
Así hoy nosotros aquí: impotentes ante la violencia, la injusticia y la sangre que están llevando a Colombia abismo abajo, hemos querido reunirnos, casi como en uno de esos rituales de los tiempos arcaicos, para afirmar e imponer la presencia de la vida y del amor. Contra la muerte la vida. Esta es una de las formas de lograr que la violencia conserve su carácter excepcional, estrechándola en sus límites inevitables. Porque una de las amenazas más temibles para nosotros los colombianos es, precisamente, llegar a la convivencia resignada con todas las formas de violencia que padecemos, «la violencia confortable», como la llamó Albert Camus. Y ello no es nada difícil cuando los muertos son muchos y son diarios y son ajenos. Y cuando, además, de nada sirve dolerse, rebelarse y decir ¡basta!, porque los oídos y los espíritus son sordos allí, aquí, donde no existe ya casi la noción de la solidaridad social.
Pero la poesía puede servirnos para algo más, y por ello propongo que la declaremos esta noche como un artículo de primera necesidad en el país. Ocurre que estamos como estamos, sí: porque somos un pobre país tercermundista, porque nos abruma la miseria, porque la justicia no opera, porque existe una aberrante concentración de la riqueza. Pero, sobre todo, estamos como estamos porque hemos perdido la capacidad de comunicarnos. O sea, se han abolido las formas de diálogo, se han taponado los vasos comunicantes que propician la formación de referentes sociales cohesionantes, el planteamiento y la discusión de los conflictos, la creación de unas metas colectivas, la definición de los grandes problemas que afectan a la mayoría. Esta falta de comunicación se da en todos los niveles de la vida nacional: va de vecino a vecino hasta de gobernante a gobernante. En suma, se ha destruido esa red de relaciones que debe existir entre los distintos grupos que forman el tejido social.
Poesía de Estados Unidos – Nicaragua – Colombia
Retablos para Frida
1
Cuando llego a México siempre visito tu casa.
Sé que te acuerdas de aquella casa azul
en Coyoacán
donde tu espíritu de coyote
sigue suspirando dentro de cada olla.
Siempre vuelvo a las mariposas
asombradas como tu cuerpo roto
fijas en su vitrina de cristal
bajo el dosel de tu última cama.
Me detengo ante el Judas de papier maché
que guarda la entrada a tu jardín,
ese monstruo traicionero de tres metros de altura
y su volcánico muro de cenizas.
2
En nuestras ciudades ahora deambulan los sin-casa,
se nos conduce a guerras prefabricadas
y los hay que se preparan para celebrar
cinco siglos de ocupación.
Pero, claro, tú todo esto lo sabes.
Comparto las calamidades de hoy
mientras contemplo los retratos de Marx, Engels, Lenin,
Stalin y Mao, firmes como soldados
al pie de tu cama.
Y me río recordándote a tí y a Trotsky
tu calendario privado
en las habitaciones secretas de San Angel.
Margaret Randall (Estados Unidos, 1936). Poeta, traductora, maestra y fotógrafa. Autora de más de cincuenta libros, fue cofundadora y editora de El Corno Emplumado en la década de los sesenta.
Búsqueda
Si se extingue mi antorcha será oscuro.
Oscuro como detrás de los ojos.
Mi viaje sin regreso
y este túnel mi tumba.
Un túnel como el vientre de una madre.
Su misma arquitectura.
Su clima de señales y penumbra.
Por este laberinto hasta encontrarlo.
Por este vientre adonde nacen ríos.
No volveré a temer la cresta del invierno
ni el maxilar caído.
En santuarios de sombra
construyendo castillos con mis conchas,
con mariposas muertas y con hojas.
Alguien me acecha.
Salta la daga de mis dedos
y contra mi se vuelve.
Nos miramos inmóviles los dos.
Mi mano reflejada.
El traje que me envuelve.
La misma frente.
Súbitamente yo con mis ojos de opio.
Creí que tendría forma de serptientre,
que sería un insecto.
Súbitamente yo.
¿Haré del túnel tumba?
Afuera, el viento aguarda.
Mis disfraces, mis velos,
yacen ahí, destruidos.
¿Estaré sola hasta la muerte?
Todas las mañanas lo sabré.
Claribel Alegría (Nicaragua, 1925). Libros de poesía: Anillo de silencio (1948), Suite (1951), Vigilias (1953), Acuario (1955), Huésped de mi tiempo (1961), Vía única (1965), Aprendizaje (1970), Pagaré a cobrar (1973), Sobrevivo (Premio Casa de las Américas, 1978). Traductora de Robert Graves y autora de la antología Nuevas voces de Norteamérica (1981).
En lo plenario del alma un apogeo
de alas pues ha llegado el Anunciador
Como el más delicado copero escancia
un cuenco de lirios y lo ofrece
en su habla no eludible
Cegadas las escalas. Cegadas las estancias
Y aquí su vino dócil, noticia de esplendores.
Extraño ser que sobre mí te inclinas
y en dulces ceremonias me desatas
Atado a ti me sobrevuelo. Respiro
el aire lúcido de las Dominaciones
Contemplo el fuego azul, el corazón
sin llama de la llama
¿Más cuál es el sendero de tu altura?
Padeces otra dicha a cuyas puertas
un ángel violento me ofende con su espada
Irredento
Oscura paloma de diluvios
flameo incesante sobre tus aguas.
Rómulo Bustos (Santa Catalina de Alejandría, Bolívar, Colombia, 1954). Ha hecho estudios de Derecho, Ciencias Políticas y Literatura Hispanoamericana. Libros de poesía: El oscuro sello de Dios (1988), Lunación de amor (1990) y Antología de poetas costeños (1993).