Revista #4

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Indice

Editorial

Articulo

Nota de la editora: ¿A quién interesa la poesía? María Mercedes Carranza

6

– Jaime Gil de Biedma, la moral del trasgresor
– Poemas de Jaime Gil de Biedma
Oscar Collazos

13

Poesía para niños: El universo de la infancia en la poesía colombiana Carolina Mayorga

25

Jaime Jaramillo Escobar
– Aleña & Azúmbar
El deseo
 

53

Neruda y la poesía hispanoamericana Juan Loveluck

61

Darío Lemos: Vía cerrada Luis Miguel Hurtado – Sandro Romero Rey

75

Premio de Poesía «Eduardo Cote Lamus»: Mario Rivero
– Escritura
– Saga
Orlando Gallo

93

Obra crítica de Dámaso Alonso Jaime García Maffla

97

Nueva poesía colombiana
Poetas colombianos del último cuarto de hora del milenio
Fernando Rendón

113

Luis Carlos López
– Los retratos de las gentes en la poesía de Luis Carlos López
Dairo González

131

Octavio Paz y la nueva poesía mexicana Vicente Quirarte

165

Hernando Bengoechea, una historia de amor Alexandra Merveille

179

Premio de Poesía «Carlos Medellín:
Agosto
– Tricolor
– Tras de mí cerraré las puertas…
María Carolina Tafur
Rensón Said Sepúlveda
Camila Esguerra

193

Donaciones a la Casa de Poesía Silva  

199

Apéndice  

205

REVISTA CASA SILVA # 4

¿A QUIÉN INTERESA LA POESÍA?
 De la editora
«La preservación de la memoria colectiva por un grupo,
aunque sea pequeño, es una verdadera tabla de salvación para la comunidad entera».
Octavio Paz
«La Casa de Poesía Silva, pionera universal de una labor de inestimable trascendencia para Colombia y América Latina, ha marcado una pauta certera y visionaria…». Con las palabras anteriores, el ministro venezolano de Cultura, José Antonio Abreu, selló el convenio suscrito en Caracas el 7 de noviembre de 1990 entre la Casa de Poesía Silva de Bogotá y la Casa de Poesía Pérez Bonalde de Caracas, convenio firmado por los expresidentes de la República Belisario Betancur y Alfonso López, presidentes de la Junta Directiva de la Casa de Poesía Silva, y por el ministro Abreu y el poeta Luis Pastori en representación de la entidad venezolana.
Este acto tenía una gran importancia para la Casa de Poesía Silva, pues la Casa de Venezuela, inaugurada dos meses antes, había surgido inspirada en la organización y el modelo de trabajo impulsado a lo largo de los cuatro años de servicio que hemos prestado a los interesados y gozadores de la poesía de todos los tiempos. Y como en Venezuela, también el año pasado se inauguró en Manizales la Casa de Poesía Fernando Mejía, y a diario nos llegan noticias de otros lugares del país sobre los deseos e intenciones de abrir más casas de poesía: la León de Greiff y la Jorge Robledo Ortiz en Medellín, la Gaitán Durán y la Cote Lamus en Pamplona, la Cleofás Garcés Rentería en Buenaventura… Y algunos poetas de distintos países se han ido de Bogotá con la idea de promover la creación de instituciones similares en sus ciudades: así, al menos en ilusionadas charlas, se han inventado ya la Casa Lezama Lima en La Habana, la López Velarde en Ciudad de México, la Huidobro en Santiago, la Manuel Bandeira en Río: «Soñemos, alma. soñemos».
Si doy cuenta de todos estos gestos de entusiasmo que suscita la Casa Silva a quien la conoce y usa y goza sus servicios, no es por un acto de vanidad institucional, sino para señalar una vez más cómo la poesía, lejos de ser un arte en extinción como pretenden algunos, sigue siendo esa esencial y secreta savia que recorre las cabezas y los corazones de todos y nos hace mejores y más sabios, así esa savia fluya en territorios de guerra o se mezcle con los humores de la desdicha y el asco.
Aunque es evidente que las cifras y las estadísticas poco significan en una actividad, tal vez hoy la única, que no tiene que ver con la sociedad de consumo ni con las leyes de la economía de mercado, sino con esa dimensión de lo humano que no es cuantificable ni mesurable, lo dicho atrás me ha llevado a analizar los datos de que disponemos sobre el último año de trabajo de la Casa Silva, para contestar la pregunta que encabeza estas líneas: ¿a quién le interesa hoy la poesía?
Veamos: entre los usuarios de la fonoteca, la biblioteca, el auditorio y los participantes en los talleres de poesía, hemos atendido en los 12 meses de 1990 a un total de 31.514 personas. Esta cifra global se puede desglosar así:
Biblioteca: 12.302 usuarios
Fonoteca: 13.203 usuarios
Auditorio: 5.821 personas
Talleres: 188 participantes
Según las papeletas que deben llenar quienes trabajan en los talleres, los usuarios de la biblioteca y la fonoteca, y según el promedio de aquellos que solicitan por escrito que se les envíe información sobre los actos que se realizan en el auditorio, tenemos que de ese total de personas que hizo uso de tales servicios, sus ocupaciones son las siguientes:
Estudiantes de primaria y secundaria: 14.242
Estudiantes universitarios: 8.227
Investigadores: 123
Profesores: 2.301
Otras ocupaciones: 6.422
Tan fatigosas cifras nos revelan, sin embargo, algo importantísimo: del total de los usuarios de la Casa Silva en 1990, el 71.35% fueron estudiantes, de los cuales el 45%, o sea casi la mitad del gran total, eran niños y muchachos que oscilan entre los 5 y los 16 años de edad, los investigadores y profesores fueron apenas el 7.7% y las amas de casa, artistas, artesanos, empleados y funcionarios, el 20.3%
 De tal manera, tenemos el dato tan inesperado de que los lectores y gozadores de la poesía hoy, en Bogotá al menos, son en su mayoría los niños y los adolescentes. Lo anterior no sólo resulta muy significativo en cuanto al trabajo pedagógico y formativo de la sensibilidad de la infancia y la juventud que realiza la Casa Silva, sino que es muy esperanzador sobre el futuro de las nuevas generaciones colombianas. Esperanzador porque sabemos que la poesía es ante todo deseo de diálogo, de comunicación, es fraternidad así sus temas sean el desencanto y la guerra, es aspiración a encontrar lo que hay de unitario y esencial en un pueblo, en una cultura, en una época, es la pretensión de transformar la realidad con palabras que convoquen, que provoquen, que exorcicen, que desafíen, que rebelen, que revelen.
Por todo eso necesitamos que se inunde el mundo de casas de poesía, en las que se oiga, se huela, se vea, se lea y se goce la poesía.
La nueva Colombia que van a construir los muchachitos que hoy, porque quienes, leen fábulas y rondeles y juegan a «dibujar» un poema, va a ser mucho mejor que la nuestra, porque ellos comprendieron muy pronto, y en medio de la guerra, que en el hombre y la mujer hay aspiraciones terrenales en las cuales es posible que nos encontremos todos: la justicia, la alegría, los sueños, la rebeldía, el amor.
 
MARÍA MERCEDES CARRANZA

EL UNIVERSO DE LA INFANCIA EN LA POESÍA COLOMBIANA


«La elefantica Fabiola
baila en la piola cual pirinola
y hace cabriolas en la pianola.
De cabriola linda Fabiola
cual pirinola con la pianola».

Clarisa Ruiz

 

Mi sobrino

En casa tengo un sobrino
que se graduó de doctor
y que charla con furor
y empuerca papel sin tino.

Ha perdido la chaveta,
y hace versos a millones,
y los nombra inspiraciones
o caprichos de poeta.

Llama azote al arriador;
acicates, las espuelas;
perlas, los dientes y muelas;
sonoro parche, el tambor;

A los caballos, corceles;
mansas liebres, los conejos,
y los más tristes gozquejos,
ejercitados lebreles;

Querubes, los querubines;
el mar, pronto embravecido;
los amoríos, Cupido,
y los pescados, delfines;

La totuma, hirviente copa;
la chicha, licor de oro;
las lágrimas, triste lloro,
y undoso manto la ropa;

La ortiga, verde tomillo;
el caño, limpio arroyuelo;
la mujer, hurí del cielo,
y la flauta, caramillo.

Al ababuy, ruiseñor;
canario al cucarachero;
al chirlobirlo, jilguero,
y al gallinazo, cóndor.

Mi sobrino no trabaja,
come como un sabañón,
y duerme como un lirón,
y mil petardos me encaja.

Yo le suelo regañar;
que me come medio lado
le digo; y él muy airado
jura que se va a matar,

Porque la vida le pesa,
porque a sufrirla no alcanza;
mas tengo poca esperanza
de que cumpla su promesa.

Ricardo Carrasquilla

 

De la cartera

Yo quiero que tú quieras
que yo te quiera,
como querría quererte
si me quisieras,
y aunque no quieras,
te querré porque quiero
que tú me quieras.

Si piensas que yo pienso
que tú me piensas,
me piensas, y al pensarme
¡me recompensas!
Y si bien piensas,
quien piensa en no pensarme
sólo en mi piensa.

Al decir lo que dices
te contradices,
porque dices que dices
lo que no dices;
y si lo dices,
desdices lo que has dicho
con lo que dices.

En parte de los partes
que tú repartes,
vi que partes muy pronto
para otras partes.
Yo quedo aparte:
mas si partes
me partes
de parte a parte.

Jorge Pombo


Esto dijo el pollo Chiras


Esto dijo el Pollo Chiras
cuando lo iban a matar:
«Dése breve, mi señora,
ponga el agua a calentar»;

Un carbón eche a la estufa
y no cese de soplar,
que nos va cogiendo el día
y el señor viene a almorzar.

Pero escúcheme una cosa
que le quiero suplicar;
el pescuezo no me tuerza
como lo hace Trinidad.

Hay mil medios más humanos
de dormir a un animal
y de hacer que dure el sueño
por toda la eternidad.

Cumpla, pues, buena señora
mi postrera voluntad,
y despácheme prontito
sin dolor y sin crueldad».

La señora que era dama
de extrema caridad,
se quedó muy confundida
al oír lo dicho atrás.

Estudió el asunto a fondo,
consultó una autoridad,
se leyó varios volúmenes
en inglés y en alemán;

Compró frascos, ingredientes,
un termómetro, un compás,
dos jeringas hipodérmicas
y no sé qué cosas más.

Y en ensayos y experiencias
en tubitos de cristal,
y en lecturas y consultas
todo el tiempo se le va.

Mientras tanto el Pollo Chiras
canta alegre en el corral:
«Dése breve, mi señora,
ponga el agua a calentar!».

Víctor Eduardo Caro