Nota de la editoria: La poesía en la hora de los asesinos | María Mercedes Carranza |
6 |
Antonio Machado Presencia y vigencia de Antonio Machado Antonio Machado: La hora de España |
Ramón de Zubiría R.H. Moreno-Durán |
15 |
«¡Colombia vive! | Jorge Enrique Adoum Thiago de Mello Alfonso Chávez |
45 |
Fayad Jamis Aproximación a la vida y a la obra del vagabundo de alba Fayad Jamis, revisitado |
Juan Carlos Moyano OrtizJuan Manuel Roca |
59 73 |
Mario Rivero: vuelve a las calles | Miguel Méndez Camacho |
95 |
Gabriela Mistral cumple 100 años | Elisa Mújica |
105 |
José Manuel Arango | José Manuel Arango |
123 |
Mi José Asunción Silva | Alfonso López Michelsen |
129 |
Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia | Samuel Jaramillo Gloria Moseley-Williams |
143 |
Alfonso Reyes: Fundador de nuestra literatura moderna | Diógenes Fajardo Jorge Eliécer Ruiz |
149 |
Juan Manuel Roca: Para un «ciudadano de la noche» | Oscar Collazos |
165 |
Poesía en lengua inglesa del siglo XX | Luis Zalamea Borda |
173 |
La poesía tiene la palabra: El mejor verso de amor | Darío Jaramillo Agudelo |
191 |
Golpe de Dados Nuestra vocación para la poesía Los cien números de «Golpe de dados» La vida es un tango de Mario Rivero Cien golpes de poesía |
Danilo Cruz Vélez Arturo Guerrero Jotamario Arbeláez Darío Jaramillo Agudelo |
195 |
«Papel de luna» El poeta y la sociedad: Imágenes de la experiencia poética | Gabriel Restrepo Forero |
221 |
Poesía mexicana | Francisco Cervantes Edmundo Font |
231 |
Donaciones a la Casa de Poesía Silva |
239 |
|
Apéndices |
245 |
REVISTA CASA SILVA # 3
LA POESÍA EN LA HORA DE LOS ASESINOS*
De la editora
Nos hemos reunido hoy, aquí en Medellín, para oír poesía, recordando a un poeta desaparecido, Carlos Castro Saavedra, y escuchando a seis poetas colombianos cuyas voces son ya conocidas y reconocidas en el país por su dedicación al oficio de escribir y por la calidad de sus obras. Ellos dispararán versos como flechas para hacerlos llegar derecho a nuestro corazón.
Sin embargo, más importante que lo que vamos a oír, resulta el hecho de que seamos capaces de reunirnos solidariamente en torno a la poesía. En los últimos días, ante la expectativa que ha despertado en el país este encuentro, los medios de comunicación han preguntado aquí y allá si la poesía ha vuelto a ponerse de moda o qué sentido tiene en medio de la crisis moral, política y social que vive el país. Pero nadie ha hecho la pregunta al derecho: ¿Qué papel cumple la poesía en el tiempo de los asesinos? Porque los colombianos estamos hoy contra la pared, acorralados por la cólera de una minoría de asesinos de extrema izquierda y de extrema derecha que han desatado una guerra para defender sus intereses que nada tienen que ver con los intereses del país; estamos también amenazados por los asesinos de la mafia del narcotráfico que quieren imponernos su propia ley. Mientras, se agudizan cada día más las tremendas injusticias y desigualdades sociales, ante la incapacidad del Estado de realizar las transformaciones necesarias y de administrar justicia.
La mayoría de los colombianos no tenemos hoy una ideología política en la cual creer, un proyecto de progreso social en el cual participar, ni siquiera nos han dejado un lejano horizonte para mirar. Entonces el sentimiento que predomina es el de la impotencia. La mayoría de los colombianos nos sentimos impotentes frente a lo que ocurre en el país.
Pues bien, ante la falta de una opción ideológica, la única alternativa de la mayoría de los colombianos es tomar el partido de la defensa del derecho a la vida y a la justicia y al trabajo; ante la impotencia debemos armarnos con una moral del deber: que cada cual haga de su oficio, de su trabajo, de su estudio su arma de batalla o, como dijo un teórico alemán, hagamos de nuestra mesa de trabajo nuestra única patria. Debemos armarnos también contra el fatalismo o la indiferencia, de una moral de fortaleza. Y no hablo de asumir falsos idealismos que nos impidan una comprensión eficaz y lúcida del juego social, político y técnico de la Colombia de hoy, sino de no sumarnos al derrotismo y a la indiferencia frente a lo que estamos viviendo. Para ello debemos buscar y tratar de asirnos a aquello que le dé un sentido a nuestra realidad, a aquello que afirme y confirme a voz en cuello nuestro derecho a la vida, al amor, al trabajo y a la justicia, a aquello que nos permita comunicarnos y dialogar con nosotros mismos y con los otros. Si encontramos ese intermediario entre la impotencia y la realidad, entre el miedo y la realidad, entre el fatalismo y la realidad, podremos actuar, muy seguramente no para cambiar el país pero sí para evitar que se desintegre más. Ese intermediario de que hablo bien podemos encontrarlo en el terreno del arte, porque el arte desde épocas inmemoriales ha estado dirigido contra la destrucción, contra el caos, contra el horror. La música, la danza, la pintura, el teatro, la literatura, el cine buscan siempre comprender al hombre, interpretar sus conflictos y sus contradicciones y con ello lo empujan a una toma de conciencia que, así sea desgarradora, trae siempre una claridad necesaria que puede conducirlo al comienzo de una acción creativa sobre su realidad.
Por eso hemos venido aquí esta noche, porque necesitamos claridad. La poesía, así sus palabras sean perturbadoras e inquietantes, aporta claridad, porque ella no es solo la expresión musical y bonita de un sentimiento sublime o de una idea interesante, y mucho menos, como tantos lo creen, una manera de evadir la realidad. La poesía es, muy al contrario, una de las pocas formas que tiene una sociedad de conocerse a sí misma, porque el poeta hace parte inevitable de ella y cuando se expresa, quiéralo o no, lo hace a partir de su experiencia en esa sociedad. Aun en el caso de que quiera evadirse de la realidad, esa evasión quiere decir mucho sobre lo que ocurre en su sociedad. Así, su palabra es un producto social, que al ser pronunciada va revelando la realidad en sus rasgos más esenciales.
Para nosotros, los colombianos que no estamos empeñados en la guerra, pero que buscamos armas contra los asesinos, la poesía nos proporciona una muy importante. Ocurre que la poesía, además de todo lo anterior, en su esencia es sentimiento, sentimiento sometido a un trabajo de elaboración literaria es cierto, pero su motivación primaria es la expresión de un sentimiento, bien sea en la relación con la patria, la historia, el paisaje, el dolor, el amor, la muerte, con un amigo, un Dios, un oficio, incluso con una idea.
Pues bien, esa motivación primaria de la poesía impide la muerte del sentimiento, de la pasión, de la emoción que la moral snob de ciertas clases sociales e intelectuales considera de mal gusto manifestar y que por tanto tratan de reprimir.
Contra esa represión se alza la poesía y lejos de entregarnos una serie de signos que nos proporcionen nuevos datos o frías referencias, nos invita a gozar nuestra sensibilidad y nos obliga a constatar que, además de razones e ideas, tenemos sentimientos y pasiones que queremos compartir para hacer la vida más vivible y hermosa. Pero además, con ello nos va a ayudar a tener en buen funcionamiento los jugos y los juegos de la sensibilidad. Y eso es lo único que impide que perdamos la capacidad de una respuesta solidaria frente al dolor y el caos.
Por eso necesitamos toneladas de poesía que nos incite a llorar, a perdernos en un loco amor, a reírnos, a inquietarnos, a no caer en la trampa de la indiferencia frente a nuestra vida y a la vida del vecino, trampa que nos tiende todos los días una realidad saturada de malas noticias. Esta tarde queremos, con los versos de amor y de vida meterle varios goles a la cólera y a la injusticia.
MARÍA MERCEDES CARRANZA
* Palabras leídas para abrir el evento «La poesía tiene la palabra», realizado el 24 de mayo de 1989 en el Centro de Exposiciones de Medellín.
«¡COLOMBIA VIVE!»
Los poetas Jorge Enrique Adoum de Ecuador, Thiago de Mello de Brasil
y Alfonso Chávez de Ecuador, participantes en el evento «!Colombia vive!»
leyeron sus poemas en la Casa de Poesía.
Jorge Enrique Adoum
El ahogado
El cuerpo que entregó el mar a la playa
me era moralmente conocido.
Ha venido cadáver hace tiempo,
quiero decir viviendo, desde otro
apellido.
Hacia dónde dónde
y, sobre todo, para qué
Quién
es el muerto, el montón de lo sido,
N.N sin dato ni ave tías
que convoquen a la Corte, picoteen
los bolsillos.
Haber visto sus ojos
boquiabiertos, muerto por desanclado,
porque bailaba el vals a duras penas,
haber muerto defendiendo una aritmética
justa en la que 3 x 9 no podían
ser sino solamente 25.
Thiago de Mello
Sagitario
(21 de noviembre al 20 de diciembre)
Tengo una gran noticia, Sagitario:
en pleno mediodía de invierno
quemándote el hollín de la rutina,
festejarás inesperadamente
el descubrimiento de algo
que tal vez te resulte amargo,
pero abrirá en tu vida
un camino distinto y seguramente luminoso.
Reconozco que Júpiter
entre abril y mayo
te tenderá trampas de colores.
Pero confío en tu desprendimiento.
Si te libras de ellas
(y lo peor es que estarás a la luz del sol),
experimentarás la delicia extrema
de cantar de alegría,
y ese canto tuyo será repartido.
Conviene que consigas, (para contemplarlo
largamente
y guardar en tu pecho
la fuerza de su profundo ejemplo)
el primer sello emitido, con todos los colores
del arcoiris humano,
por la Reública de Guinea-Bissau,
radiante en el poder de su pueblo,
que se yergue hacia el mundo,
en el momento en que la aurora,
tanto tiempo escondida,
retorna y redime las plazas lusitanas.
Veo inminente
una peligrosa conjunción con Venus.
Te diré que contra el influjo
traicionero de Venus
la mejor cosa que existe
aun es la caricia fabulosa
del canto del uyrapurú
el pájaro pequeño que domina,
con su canto,
las florestas altas de mi Amazonas.
Como sé que no es fácil
trata de encontrar un sucedáneo,
y, si es posible, dentro de tu pecho.
Y basta de tomar tantos apuntes
y leer todas las letras de los manuales
para la definición de la cultura,
la famosa cultura burguesa occidental,
que cada día como un sapo seco
se pudre más.
Mejor es que intentes hacer música:
organiza a tu gente
y forma tu conjunto regional
de sabor popular,
para solo de flauta y violín
y, cuando fuera conveniente,
con acompañamiento de fusil.
Alfonso Chávez
Opus
Conocí a alguien amante
de los réquiems
esas lejanas voces barrocas
que nos remiten sin delación
al paraíso perdido
o al incienso:
¿será que masculla
por las noches
la intimidad
de los muertos?
o que en su corazón danzan
los calvos saltimbanquis
de la soledad?
Toda ella era un réquiem
sus senos los obispos
que operan de voz mayor
en la
misa
diabólica
de
su
cuerpo.