Revista #25

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Indice

Editorial

Articulo

Editorial Retrato de una Casa, por Pedro Alejo Gómez Vila 7
25 AÑOS DE UNA CASA Carta del Presidente de la República, Juan Manuel Santos, con ocasión de los 25 años de la Casa de Poesía Silva 12
Bodas de Plata, palabras del ex presidente Belisario Betancur, a propósito de los 25 años de la Casa de Poesía Silva. Donación 13
Una Casa de y con Poesía, por Juan Manuel Roca 22
Veinticinco velas encendidas, por Francisco José Cruz 24
Y la nave va, por José Ángel Leyva 27
LECTURAS ANTOLÓGICAS
Voces de Europa
Peregrinación a la poesía de Cees Nooteboom, por Pedro Alejo Gómez Vila 30
Carlo Bordini: “Seré menos de lo que soy ahora”, por Martha Canfield
Poemas de Carlo Bordini
42
LECTURAS ANTOLÓGICAS
Voces de América
Óscar Hahn: Retablo de las maravillas y miserias del mundo, por Juan Manuel Roca
Poemas de Óscar Hahn
52
Antonio Deltoro: Iluminador de sombras, por Óscar Pinto Siabatto
Poemas de Antonio Deltoro
60
Martha Canfield: La evidencia de un oficio infinito, por John Fitzgerald Torres
Poemas de Martha Canfield
67
Rodolfo Häsler: El poeta y sus impredecibles circunstancias, por Alberto Rodríguez Tosca
Poemas de Rodolfo Häsler
76
Explicaciones no pedidas por Piedad Bonett
Poemas de Piedad Bonett
85
CONCURSO NACIONAL DE POESÍA
La poesía como una Casa
Casa y Poesía: el trauma del sosiego, por Carlo Bordini 95
Poemas Ganadores
SILVA EN PARÍS. ARQUEOLOGÍA LITERARIA El pasajero de un diario (Apuntes para una relación del viaje de José Asunción Silva a París entre 1884 y 1885), por Alberto Gómez Gutiérrez 103
DOS CONFERENCIAS Nicanor Parra: antipoeta y mago, por Juan Gustavo Cobo Borda 127
Luis Cardoza y Aragón: “El santo deber de estremecerse”, por Armando Orozco Tovar 133
Párrafos de aire
EL POEMA EN PROSA EN COLOMBIA
Por Fredy Yessed
Poemas de José Asunción Silva, Gregorio Castañeda Aragón, León de Greiff, Rafael Maya, Luis Vidales, Jorge Zalamea, Eduardo Carranza, Héctor Rojas Herazo y Álvaro Mutis. 165
NUEVOS LIBROS Y OTROS LIBROS Viajeros, de Pablo Montoya
Presenta Luis Fernando Afanador
Poemas de Pablo Montoya
176
Árbol Talado de John Galán Casanova
Presenta Óscar Torres Duque
Poemas de John Galán Casanova
184
La Poesía de Gustavo Tatis Guerra, por José Luis Díaz Granados
Poemas de Gustavo Tatis Guerra
193
La poesía lúcida y transparente de Hugo Cortés Lozano, por Maruja Vieira
Poemas de Hugo Cortés Lozano
197
Cinco libros y una antología: Grupo Si mañana despierto
Presenta Juan Felipe Robledo
201
El retorno de las caracolas, de Wilfredo Esteva Bedoya; Imaginario postal, de Julio César Goya; Navíos de Caronte, de Carlos Fajardo Fajardo; El hastío de las manos, de Miyer Fernando Pineda Mozo, y Exiliados del arca, de Jorge Eliécer Ordóñez Muñoz 203
LECTURAS EN LA CASA Dominios cruzados, de Eugenia Sánchez Nieto 218
Los ojos deseados, de Jorge Cadavid 222
Sola sin tilde, de Sandra Uribe Pérez 223
Vaso de tinta, de Liliana Gastelbondo 224
El camino no termina, de Jaime Gómez Nieto 226
UN HOMENAJE
Homenaje del Instituto Distrital Para la Cultura y las Artes al poeta Darío Jaramillo Agudelo
Bogotá mía, por Darío Jaramillo Agudelo 229
Poemas de Darío Jaramillo Agudelo 231
APÉNDICE Colaboradores, programación, publicaciones 235

RETRATO DE UNA CASA

Voy a leer unas pocas líneas que aparecieron hace veinticinco años en el editorial del primer número de la Revista Casa Silva. En ellas evoco a María Mercedes Carranza, a su valentía y lucidez. En ellas se da cuenta de la razón de esta Casa:

 La poesía fue, y es y seguirá siendo un medio de comunicación irremplazable para el ser humano… No se crea, como tantos proclaman con sorna y desprecio, que la poesía elude la realidad, que es un medio de distracción de los verdaderos problemas. Nada de eso: la poesía, en un discurso diferente al discurso político, toca los problemas esenciales del hombre. Y no es necesario, como muchos con torpeza quieren exigirle, que utilice la fraseología política para que exprese el desconcierto, la rabia, el temor y la desesperanza por lo que hoy está ocurriendo en Colombia.

 En estos veinticinco años transcurridos desde la fundación de esta Casa, casi 8 millones de personas han cruzado el mismo umbral que ustedes acaban de franquear esta noche, o bien –lo que en cierta manera es lo mismo– han participado en los tantos eventos que esta Casa ha organizado en otras partes de la ciudad y en otras ciudades del país. Puedo decir que ésta ha sido y es una casa hospitalaria.

5783 grupos de estudiantes, de adultos mayores, y de invidentes la han visitado con un programa específicamente adecuado a los estudios que adelantan, o a sus intereses. 822 eventos que comprenden conferencias, presentaciones de libros, mesas redondas, lecturas de poesía –siempre precedidas de un texto introductorio–, han tenido lugar en este auditorio.

Siguiendo el modelo de ésta, varias casas de poesía se han fundado o han tenido un comienzo incipiente, en otros países: la Casa López Velarde en México, la Casa Pérez Bonalde en Venezuela, la Casa José María Eguren en Perú y, en España, la Casa de los Poetas de Sevilla, que infortunadamente, no alcanzó a consolidarse.

Quiero decir que las casas son seres vivos y que ésta ha llevado a tantas partes noticia de los poetas y de la poesía que se escribe en Colombia y, así, dando de ello anuncio, ha traído a los poetas y la poesía que se escribe en otras partes. 359 talleres para profesores, para adultos y niños se han llevado a cabo con el propósito de mostrar que la literatura es una herramienta para la vida. 42 talleres en las cárceles porque la poesía abre las puertas de la libertad

Más de 36.000 personas han participado en sus concursos. La cifra es considerable de por sí. Y todavía más si se tiene en cuenta la dificultad de algunos de sus temas. El asunto de uno de ellos era un poema escrito a la manera de tres maestros y lo cierto es que ni para Lorca, ni para Whitman, ni para Silva, era fácil escribir a su propia manera. 17 libros se han publicado en estos años. Entre ellos, la única historia sistemática de la poesía colombiana, reeditada por tercera vez en 2011 y actualizada con un estudio que abarca los últimos 30 años.

Recientemente apareció el número 24 de la Revista Casa Silva, cuya colección abarca 6504 páginas. Este número está dedicado a la memoria del poeta chileno Gonzalo Rojas, quien fue un ferviente de la Casa. Sin embargo, no es ése el hecho notorio; es la calidad de lo que en ella aparece publicado lo que entra en las cuentas. La Revista Casa Silva es indispensable para todos a quienes les interese, lean y estudien la poesía en español.

La poesía tiene la palabra, Alzados en almas, Descanse en paz la guerra,Alzados en almas contra el secuestro, Poesía Capital, El arte en las artes, La poesía en la música en la poesía, ContraBabel, Si los leones pudieran hablar, Dime qué lees y te diré qué escribes, La poesía es la libertad, han convocado al país a reflexionar sobre dolorosos episodios de la vida nacional –porque el asunto de la poesía es el hombre con todo su esplendor y miseria, porque el asunto de la poesía es la verdad que nada esquiva; sobre las dos naturalezas del hombre: la ciudad y la naturaleza animal; sobre las influencias en el proceso de la creación, para desbrozar el camino que emprendan los poetas del futuro; sobre la libertad y su destino porque no puede haber poesía sin libertad; sobre la relación entre las artes cuyo común denominador es la poesía; sobre el estado del arte de la poesía en español;sobre la relación de la poesía con las ciencias, porque la ciencia asomada a la poesía y al arte, debe adquirir un lenguaje capaz de comunicar sin claves y reflexionar sobre el futuro desde una perspectiva humana, al tiempo que la poesía asomada a la ciencia debe reflexionar sobre los fundamentos en que se ha edificado la sociedad contemporánea para alertar sobre los riesgos de la ciencia deshumanizada y del arte ignorante.

Todos esos eventos han creado modelos para ser replicados en otras partes, y en algunos casos son apenas el comienzo de una reflexión que debe ahondarse. De hecho, en varias ocasiones se ha solicitado el permiso de la Casa para reproducir esos eventos con esos mismos títulos en otros países.
He dicho unas cifras. Pero el pensamiento, que es asunto central de esta Casa, no se mide en cifras. He contado unos hechos apenas; la historia es más larga.

Durante los últimos años la Casa de Poesía Silva ha dedicado un considerable esfuerzo económico y humano a la tarea de digitalizar su archivo de voces, con el propósito de poner al alcance de todos los colombianos la labor que a lo largo de un cuarto de siglo ha consolidado su prestigio intelectual, tanto en el país como en el exterior.

Ahora, para conmemorar los veinticinco años de su fundación, la Casa culminó la edición digital completa de todas las lecturas que han tenido lugar en su auditorio. Esa colección que lleva el título de Voces para el tiempo, consta de 845 discos, y tiene poco más de 14.000 entradas que corresponden a cada uno de los poemas leídos, o bien a las distintas intervenciones. Paralela a la colección completa se ha editado una antología general y una antología pedagógica acompasada al pénsum escolar.

 Esa colección es, sin duda, un patrimonio de todos los colombianos. En su auditorio han leído los más significativos poetas hispanoamericanos, y muchos de otras lenguas. En estos archivos sonoros permanecen, ajenas al tiempo, entre tantas, las voces de Gonzalo Rojas, Eliseo Diego y José Emilio Pacheco quien, recientemente, recibió el Premio Cervantes, para citar al azar nombres de algunos poetas de otros países, y de colombianos como Fernando Charry Lara, Mario Rivero y Héctor Rojas Herazo. Esa colección tiene una importancia fuera de duda: tengo la convicción de que un aporte de esa naturaleza contribuye a afianzar la democracia en Colombia, porque estimo que sin una sólida cultura no puede haber democracia.

Quiero concluir con un homenaje a un hombre ajeno a la notoriedad y a la industria de sí que le ha dado paso a tanta mala literatura, injustamente sepultado sin más noticia que unas pocas líneas. Es justo que le rinda homenaje aquí, porque esta Casa ha defendido y defenderá el valor del pensamiento, porque nosotros, los hombres, igual que las ciudades, estamos hechos de los vivos y de los muertos. Un homenaje es una declaración de fidelidad. Dijo Jorge Eliécer Ruiz: “Si el verbo se estanca, se corrompe y pudre la vida”.

PEDRO ALEJO GÓMEZ

NICANOR PARRA: ANTIPOETA Y MAGO

En el Canto IV de Altazor (1931) de Vicente Huidobro, se lee: “Aquí yace Altazor fulminado por la altura/ Aquí yace Vicente Huidobro antipoeta y mago”. De ahí provendrán los antipoemas de Nicanor Parra. En 1993, para el centenario del nacimiento de Huidobro, Parra leyó uno de sus ya célebres Discursos de sobremesa (2006), titulado “Also sprach Altazor”. Comienza con un “Antes de comenzar”.

Una pregunta:

Que sería de Chile sin Huidobro.

Que sería de la poesía chilena sin este

          duende

Fácil imaginárselo

Desde no luego no habría libertad de

          expresión

Todos estaríamos escribiendo Sonetos

Odas elementales

O gemidos

Alabado sea el Santísimo.

Hijo de un profesor primario y una modista de trastienda, Nicanor Parra tiene ocho hermanos. Nació en el sur de Chile, cerca a Chillan, en San Fabián de Alico, y pasa una infancia de pie pelado en difíciles condiciones económicas, vive en lo que se llamaría una población callampa. Solo, en 1932, llega a Santiago, donde estudia (el único de la familia) matemáticas y física, en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. En 1937, con 29 poemas, Nicanor Parra publica su primer libro, Cancionero sin nombre, muy influenciado por Federico García Lorca y una veta directa popular, donde la sencillez tenía algo de encanto provinciano, de aldea quieta con mínimos dramas. El año siguiente gana el Premio Municipal. En 1941, Carlos Poblete, en su Exposición de la poesía chilena, publicado en Buenos Aires por la editorial Claridad, escribe un concepto muy poco halagüeño sobre Parra: “Nació en 1914. Es la cabeza visible entre la falange de ‘guitarreros’ que ha invadido un sector de la poesía chilena. Poesía epidérmica, efímera como todo lo que no se nutre en la realidad profunda del hombre. Es profesor de Matemáticas y Física en un liceo de provincia”, e incluye poemas como éste, del primer Parra.

He de partir un día con el lirio

derramado en la mano, dulcemente,

dentro del corazón el mar umbrío

y una ascensión de pájaros perennes.

Lejano y solo caeré dormido

bajo la fría luna de noviembre

sin oír la palabra de un amigo

que me diga hasta luego para siempre.

Preconizaba una poesía espontanea en contra de una cerebral y por el 42 anunciaba un libro, La luz del día, que nunca, claro está, vería la mencionada luz. Aquí un paréntesis sobre Parra y sus títulos. Cuando iba a publicar lo que por fin se llamaría Versos de salón (1962), Parra se debatía entre estos títulos:

Baile sobre una tumba

Licencia poética

Pan pan, vino vino

Poesía para poetas

Las cuatro operaciones

El gato montes

Nebulosa, 1960

Cuando preparaba Hojas de Parra (1985), dudaba entre: Cachureo, Ampliaciones, Algo por el estilo, Base de operaciones, Ejercicios respiratorios, Cero problema. Esperaría muchos años y sólo en 1964 se atreve a desprenderse, casi en contra suya, de lo que sería su libro clave: Poemas y antipoemas. Libro cuya solapa, escrita por Pablo Neruda, dirá: “Entre todos los poetas del sur de América, poetas extremadamente terrestres, la poesía versátil de Nicanor Parra se destaca por su follaje singular y sus fuertes raíces. Este gran trovador puede de un solo vuelo cruzar los más sombríos misterios o redondear como una vasija el canto con las sutiles líneas de la gracia”. “Tengo orden de liquidar la poesía”, dirá Parra por aquellos años y a ello dedica toda su inteligencia provocadora. “La poesía no puede ser otra cosa/ que la mala conciencia de la época”. Poemas y antipoemas iba a llamarse antes Oxford 1950, y en él conviven muchos influjos de época: existencialismo, sicoanálisis, surrealismo, marxismo. El antipoema no es otra cosa que el poema tradicional enriquecido por la savia surrealista”. Pero como lo señaló Mercedes Rein: “La negación radical, el soterrado nihilismo que es, si no me equivoco, la raíz profunda de esta anti poesía”. La cual fue recibida por el padre capuchino Salvatirra con esta andanada: “¿Puede admitirse que se lance al publico una obra como esa, sin pies ni cabeza, que destila veneno y podredumbre, demencia y satanismo? Me han preguntado si este librito es inmoral. Yo diría que no; es demasiado sucio para ser inmoral. Un tarro de basura no es inmoral por muchas vueltas que le demos para examinar su contenido”. Por su parte, Pablo de Rokha concluirá furioso: “Los antipoemas inspiran lástima y asco”. ¿Qué traían ellos para producir semejante reacción? Allí convivía la mirada fría e impersonal, de noticiero, acerca de todos los vicios del mundo moderno –“La exaltación del folklore a categoría del espíritu, el desarrollo excesivo de la dietética y de la psicología pedagógica”, con reflexiones acerca de la propia poesía–. “La poesía reside en las cosas o es simplemente un espejismo del espíritu”, y la figura del propio poeta, sarcástico, cuestionado, clown irrisorio y tan absurdo, o más aun, que el mundo en que habita. Dos poemas, “Autoretrato” y “Epitafio”, nos permiten abrir y cerrar esta peripecia. En el caso de “Epitafio”, abre una veta siempre cultivada por Parra: el burlarse de sí mismo y de la muerte.

EPITAFIO

De estatura mediana,

Con una voz ni delgada ni gruesa,

Hijo mayor de un profesor primario

Y de una modista de trastienda;

Flaco de nacimiento

Aunque devoto de la buena mesa;

De mejillas escuálidas

Y de mas bien abundantes orejas;

Con un rostro cuadrado

En que los ojos se abren apenas

Y una nariz de boxeador mulato

Baja a la boca de un ídolo azteca

–Todo esto bañado

Por una luz entre irónica y pérfida-,

Ni muy listo ni tonto de remate

Fui lo que fui: una mezcla

De vinagre y de aceite de comer

¡Un embutido de ángel y bestia!

Como lo señaló José Miguel Oviedo, allí se dan “confesiones eróticas, crisis sentimentales, imágenes oníricas, fragmentos psicoanalíticos y obsesiones intelectuales”. Una vida casi neurótica y al borde de la locura, pero no por eso excepcional” (pág. 147, Historia de la literatura hispanoamericana, v.IV). Parra seguiría oponiendo a la poesía nocturna una poesía de la claridad, pero este estudioso de la física atómica y la mecánica celeste incorporaría dos principios claves a su poesía: ya no la física de Newton sino la de la relatividad y la indeterminación. Un mundo en perpetuo flujo, que vibra, oscila y cambia, donde el poema ya no es plegaria religiosa sino parlamento dramático. Un teatro de uno solo, donde se descartaban los alquimistas y se invitaba al aterrizaje. A un lenguaje y una poesía practica. Que más tarde, en uno de sus Artefactos (1973), cuando el antipoema ha estallado en fragmentos, lo expresaría de modo muy crudo:

El mundo es lo que es

y no lo que un hijo de puta

llamado Einstein dice que es.

Jorge Edwards, en un admirativo texto sobre Parra de octubre del 2000 titulado “El demonio de la poesía”, nos da una clave para acceder mejor a su mundo. Recuerda allí como su hermana, Violeta Parra, quien se había iniciado como una cantante popular, en el sentido comercial del término “hasta que decidió buscar en el campo, entre viejos cantores y cantoras, las raíces de lo que se llamaba por tierras de Chillan adentro, hacia la cordillera, canciones a lo humano y lo divino, profanas y religiosas” (Edwards: Diálogos en un tejado, Tusquets, Barcelona, 2003, pág. 63). A esto se añadiría la lectura fervorosa del Martín Fierro de José Hernández, todo en pos de una voz natural: “la voz de la conversación diaria”. Un lenguaje hablado, como le explicó a José Donoso, en 1960. “Mi unidad es el verso, que en mi poesía aparece como aislado, como una serie de pedradas lanzadas hacia el lector” (José Donoso: El escribidor intruso, Chile, Universidad Diego Portales, 2004, págs. 73-80). “Yo quería escribir como se habla”. Confluyen entonces muchas vertientes: el recuerdo de su padre y sus hermanos que habían trabajo en circos, Violeta Parra y su guitarra que estudiaba el folclor ancestral, en sus sobrevivientes, Parra que se internaba en la poesía española del Romancero, el cancionero, los autos sacramentales, y el muy rico sustrato de la Edad Media, los trovadores del siglo XII, los juglares, la cultura albigense, y esos cantores que lo hacen con la Biblia en la mano, por decirlo así; y las canciones de borrachos. “Un día que Asuero estaba/ tomando cierto recreo,/ vino a verlo Mardoqueo,/ a quien el rey apreciaba”. Y todo lo que había mamado en los barrios, en Chillan, en la carpa donde Violeta cantaba: “En una mesa puse/ un plato de chicharrones,/ María no seas ingrata/ abájate los calzones”.
Si habían pasado 17 años entre su primer y segundo libro, su tercero no se demoraría tanto. La cueca larga es de 1958. Allí se palpa toda la maliciosa picardía de la copla popular, de los cinco y siete versos de la cueca traviesa, hable de licor o sexo, mencione las metidas de pata o incorpore al baile los huasos y los rotos chilenos, en la precisión geográfica, en el ingenio desafiante y arrabalero. “Dos esqueletos daban/ Hueso con hueso”. Era sorpresivo el tránsito de una poesía de la alienación urbana, de la cosificación del ser, en un mercado donde la miseria real coexiste con las necesidades superfluas que la publicidad promueve con este zapateo y estas palmas de fiesta de pueblo. Lo que era denuncia desgarrada del individuo que del campo a la ciudad pretende triunfar y es estafado, como mostro muy bien Federico Schopf en “Introducción a la antipoesía de Nicanor Parra” (1971), es ahora el retorno a un mundo inmóvil, que “se representa como paisaje de tarjeta postal –conformado por rasgos típicos y populistas” (pág. 102). Sin embargo, allí donde tampoco hay dinero para cancelar las deudas y las cosechas son incertidumbre y riesgo, el vino libera y permite escapar en el canto y el duelo, en la parranda que exorciza y reconforta. Que permite gritar eufóricos e inconscientes. El personaje de los “Artefactos” es un energúmeno, alguien salido de sí, que desarrolla una incesante energía, y que puede efectuar tres operaciones básicas: levitar, hacerse invisible y conversar con los muertos. En tal sentido, el personaje pasivo de Kafka, a quien leyó con tanto fervor, se trueca en un agitado y descompuesto Charles Chaplin de cine mudo. Y de un Chile que ya bajo la dictadura de Pinochet buscaba con recursiva astucia recobrar la libertad de expresión. Por ello los poemas últimos eran solo frases consignas, renglones – chistes, greguerías-subversivas. Tres muestras del Parra último podrían ser éstas:

A ver a ver

tú que eres tan diablito ven para acá

¿hay o no hay libertad de expresión en

      este país …?

Hay

    ay

                                    aay!

Chile fue primero un país de gramáticos

un país de historiadores

un país de poetas

ahora es un país de … puntos

          suspensivos.

URNAS Y ATAÚDES

Un ataúd le dice a una urna te amo

no puedo vivir sin ti

y la urna lo mira de reojo.

Un final digno de Nicanor Parra.

JUAN GUSTAVO COBO BORDA