Revista #20

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Indice

Editorial

Articulo

Editorial:
Un lápiz como un tigre entre las manos
Pedro Alejo Gómez V. 7
Conmemoración de los 20 años de fundación de la Casa de Poesía Silva
– Veinte años a la vista
– Tarjetas a la carta: Desde la casa del poeta a las sombras largas
Juan Manuel Roca 1320
Textos para reflexionar sobre la poesía en español del siglo XXI
– La poética en el marco de una reflexión sobre la poesía
– Poesía peruana: entre la tradición y la orfandad
– Antonio Machado
– Lo florido y lo espinudo en la actual poesía mexicana
Juan CalzadillaEduardo Chirinos
Antonio Deltoro
José Ángel Leyva
2733
53

63

Seis poetas extranjeros leen en la conmemoración de los 20 años de la Casa Silva
– Adolfo Castañón
Poemas

– Juan Calzadilla escucha a la jauría
Poemas

– Francisco José Cruz, maneras de vivir, maneras de escribir
Poemas

Eduardo Chirinos
Poemas

Antonio Deltoro y la difícil sencillez
Poemas

Palabra y obra de José Ángel Leyva
Poemas

Santiago Mutis
Adolfo CastañónJuan Manuel Roca
Juan Calzadilla

Mario Rivero

Francisco José Cruz

Samuel Jaramillo
Eduardo Chirinos

Juan Felipe Robledo
Antonio Deltoro

Rafael del Castillo
José Ángel Leyva

84

92

96

 

103

109

117

Espejos enfrentados: 8 conferencias
Fernando Charry Lara, teórico y practicante de la poesía James Alstrum 125
La ciudad de Is, de Daniel Arango Jaime García Maffla 138
De cómo fundó Aurelio Arturo una Morada al sur William Ospina 150
La poesía conversacional de Nazim Hikmet Celedonio Orjuela

170

Joseph Brodsky Rubén Darío Flórez Arcila 182
Ferreira Güllar, cantar es engañar a la muerte John Galán Casanova

189

Affonso Romano de Sant’anna, poesía es lo que nos acecha por la hendija de los días John Galán Casanova 210
Raúl Gómez Jattin, un potro desbocado en las praderas del cielo Milcíades Arévalo 231
Conversaciones en la Casa Silva
Poesía y humor Daniel Samper Pizano
Humberto Dorado
Luis Enrique Nieto Arango

247

Conversación en tres retratos de Jorge García Usta

Pedro Badrán
Frank Patiño
John Junieles

263
Sonetos mixtos y una antología personal
Vince Fasciani, la mínima expresión suficiente Claudia Antonia Arcila 275
Antología personal, de Eduardo Escobar Daniel Samper Ospina 283
Revistas
Golpe de dados Pedro Alejo Gómez V. 295
Doscientos números de Golpe de Dados Darío Jaramillo Agudelo 297
Revista de poesía Luna de Locos
Poemas de
Luis Fernando AfanadorGiovanny Gómez
William Ospina
Ramón Cote
Fernando Hernández Vélez
303
5 nuevos libros de poesía en la balanza
La vocación ascendente en la poesía de Eduardo Gómez
Poemas
Omar ArdilaEduardo Gómez

315

Las hijas del espino, de Lucía Estrada
Poemas
Alberto Rodríguez Tosca
Lucía Estrada
325
Escrito sobre el hielo, de Alberto Rodríguez Tosca
Poemas
Juan Manuel RocaAlberto Rodríguez Tosca 329
La arena de los días, de Roberto Puentes Quenguan
Poemas
Rafael del Castillo
Roberto Puentes Quenguan
338
3 eventos para celebrar la poesía
XIV Festival Internacional de Poesía de Bogota
Matilde Espinosa
Poemas
Mario Rivero
Matilde Espinosa
344
Maruja Vieira
Poemas
Cristo Rafael Figueroa
Maruja Vieira
348
Lectura de poemas de los poetas invitados al XIV Festival Dolores Castro
Alma Karla Sandoval
Aleyda Quevedo
Gabriela Castellanos
María Vásquez Valdez
María Antonieta Flórez
353
IV Concurso Nacional de Traductores de Poesía Francesa
Lépold Sédar Senghor: en busca del paraíso perdido José Luis Díaz-Granados 359
Leópold Sédar Senghor – Aimé Césaire:
Traducciones premiadas
363
Homenaje al Festival Internacional de Poesía de Medellín
El Premio Nobel Alternativo de PazPoemas
Álvaro MarínFernando Rendón
Gabriel Jaime Franco
371
Apéndice 383
UN LÁPIZ COMO UN TIGRE ENTRE LAS MANOS
del editor
I
Desde la vasta llanura de Nazca -inmensa entre sus vientos que comenzaron hace milenios- con su araña colosal solo visible desde la Gran Altura, y que es Orión entre los hombres, hasta Tiahuanaco; desde Chichen Itza hasta Stonehenge con su certera disposición de reloj sin agujas, los más sabios templos fueron observatorios.

Eran la Obra de quienes escrutando en la transparencia de la Gran Noche como a través de una densa opacidad –que apenas permite entrever vagas sombras donde hay nítidas cosas mayores- indagaban el misterio portentoso de los astros en la cambiante encrucijada de sus rutas, igual que vigías asombrados en la más grande carabela, poblada de selvas y ríos, de montanas y ciudades y de sentinas del tamaño de cavernas.

Sus sílabas en piedra -fulgurantes de exactitud en la cifra de la coincidencia- son la perdurable anotación con que sus arquitectos daban cuenta de que hablaban el mismo lenguaje del cielo. Desconocemos sus rostros y sus nombres están más allá de toda conjetura, pero sabemos que hablaban a la especie.

Esos templos -con su disposición de máquinas de ver, abiertas a la intemperie bajo la bóveda errante de los cielos, irisada con la pregunta centelleante de los astros- eran como la cofa de mástiles de barco redondo y suspendido en el universo. Y la noche era el mar de sus navegaciones y el crepúsculo -que era su alba- daba como una orilla a Sirio, a la Cruz del Sur, a la Vía Láctea, a las constelaciones al alcance del ojo.

II

Plotino dijo que “el ojo no podría ver el sol si no fuese en cierto modo un sol”. El razonamiento puede multiplicarse indefinidamente: tampoco podría ver un pájaro si no fuese en cierto modo un pájaro. Y así sucesivamente. Si ello es así el ojo es un universo y los hombres son territorios y sus recuerdos son sus fronteras.

Esta casa es otro observatorio. Su asunto es el Hombre, la vida con todo su esplendor y toda su miseria. La poesía es el rastro de otras observaciones. Otra es la arquitectura de quienes con lápices y plumas buscan dar forma entre los hombres a la dura materia del tiempo. Otra es su huella: es el relámpago imperecedero que queda cuando las palabras hablan el idioma de la verdad.

Igual que a los astros los hombres están sometidos a la otra intemperie de sus pasiones.

Otros son los planetas que aquí se observan: el amor de Dante “que mueve el sol y las demás estrellas”, la tristeza y el odio, el tedio, el miedo con sus sombras al alcance de la mano, la sensualidad, el júbilo con sus relámpagos.

Si hay tempestades en la naturaleza, si hay cataclismos de astros, ¿cómo no va a haberlos en el corazón de los hombres?

Todos los nombres de la tempestad le caben a las pasiones: desde las galernas hasta los vientos huracanados que levantan de dolor los recuerdos de sus lugares de siempre.

En los templos se invoca a los dioses. En esta Casa al Hombre. Quien reflexiona ora por los hombres. La poesía es una plegaria por la dignidad del Hombre.

III

Quien quiera que vaya a edificar una casa comienza por escoger su lugar: esta Casa está edificada en el tiempo. Escoge luego los materiales. Esta Casa esta hecha de poesía, lo dice su nombre.

Esta casa es más amplia que sus dos patios a la vista. Solo sumando recuerdos se puede dar idea de su tamaño.

Esta Casa ha desbordado sus linderos: es visible desde muy lejos como las torres de las ciudades que anuncian a los visitantes la proximidad o como las insignias en lo alto de la arboladura de los barcos que arriban a puerto.

Varias son sus travesías: fue a dar hasta la Casa del poeta López Velarde en Méjico; en Venezuela apareció en la Casa Pérez Bonalde y en Perú llegó a la Casa Eguren; y luego, cruzando el mar, alcanzó tierra en España, en la Casa de los Poetas de Sevilla. Todas ellas reproducen su modelo. Parte de su historia es singladura. Su sello es el de una manufactura de recuerdos.

IV

Todo es Troya con sus ciudades al fondo.

Ayer no más, aquí en esta Casa, un hombre que habría de morir a los 31 años sin un solo libro publicado, asomado a un recuerdo comenzó a escribir:

“Una noche,
Una noche toda llena de murmullos, de perfumes y de músicas de alas,
Una noche…”

La transparencia es el otro nombre de Troya.

Esta casa, lo digo otra vez, está edificada en el tiempo.

V

Aristóteles en la Poética declaró que “la poesía es algo más serio y merece más nuestra atención que la historia, porque mientras la poesía concierne a verdades universales la historia trata de hechos particulares”.
Hay razones y motivos. Esa es una razón para siempre.
La sangre es el precio con que la historia paga su deuda a la poesía. Hemos visto torrentes.

Siempre será cierta la admonición del poeta libanés Adonis: “El futuro será poético o no será”. Ahora inquieta más que nunca.

VI

El Zohar –El libro del esplendor- afirma que “Las palabras no caen en el vacío”. Es irrelevante si su autor fue Simeón bar Yohai o Moisés de León, en Granada hacía 1305. La incertidumbre sobre el hombre detrás del libro le da a la línea su acabado sentido.

“Estamos en el bosque y la noche cae” -dijo Jean-Baptiste Botul en la selva del Paraguay. “Una noche sin fin nos amenaza si nuestros cantos no despiertan la aurora”.

Hace más de dos mil años se oyó bajo la noche constelada de Atenas la voz plural del coro decirle a Edipo: “Los dioses que te hirieron te levantarán de nuevo”.

Era la voz misma de la poesía.

PEDRO ALEJO GÓMEZ

FERREIRA GÜLLAR:

«CANTAR ES ENGAÑAR LA MUERTE»1

Por John Galán Casanova

PRIMEROS POEMAS:

La lucha corporal (1954)

Oriundo de la ciudad de São Luís, capital del estado de Maranhão, en la costa del nordeste brasileño, Ferreira Gullar publicó La lucha corporal, su primer libro, a la edad de 24 años. Este libro causó un impacto profundo en la poesía brasileña, como quiera que su lectura ejerció una influencia determinante en los hermanos Augusto y Haroldo de Campos y en Décio Pignatari, poetas que poco después promoverían en São Paulo el movimiento de lo que se conoce como la poesía concreta. Aparte de esta influencia puntual, La lucha corporal es importante porque anuncia la aparición de un gran poeta, hecho que se manifiesta en dos poemas que hasta hoy son considerados como piezas fundamentales de la poesía brasileña contemporánea. Me refiero a “Gallo gallo” y a “Las peras”, en los cuales voy a detenerme para comenzar este recorrido.

Lo primero que llama la atención en “Gallo gallo” es el manejo sencillo del lenguaje, con versos muy breves, escuetos, sin palabras rebuscadas, sin hacer uso de la métrica o la rima tradicionales, lo cual acentúa el carácter visual y descriptivo del poema, que no asume un tono abstracto, ni metafísico, ni afectado: simplemente nos hace sentir al gallo gallo caminando en el zaguán. A propósito de esto, en la entrevista que me concedió en Río de Janeiro, Ferreira Gullar comentó: “Cuando abandoné el lenguaje rimado y la métrica quedé, por así decirlo, sin equipamiento técnico para escribir. Sólo tenía a mano el habla, la prosa, el lenguaje corriente de todo el mundo. Entonces comencé a trabajar ese lenguaje para valorizarlo a mi manera, para darle más expresión de la que normalmente tenía” .

Tras esa simplicidad aparente, el poema despliega un grado de creciente complejidad. El tono descriptivo no es neutro, el lenguaje se va cargando de connotaciones. Veamos, por ejemplo, cómo el gallo gallo encarna la figura de un guerrero medieval: se habla de su “alarmante cresta”, de su córneo y duro pico, de sus uñas y espolones, de su “mirar de odio”, de su “ojo sin amor”; se habla también de su ferocidad, de su “grave solidez”, de su “porte marcial”, de que está “armado contra la muerte”. Pero cuidado: no olvidemos que se dice así mismo que el gallo gallo es una “pobre ave guerrera”, y que está “solo, desamparado”.

Aparte de esta caracterización inicial, el segundo elemento a destacar, y que marca la dinámica del poema, es el de la manifestación del silencio y del canto en nuestro personaje. He ahí el gallo: mide sus pasos, se detiene, “Inclina la cabeza coronada/ dentro del silencio”. Se mencionan también sus plumas, “que florecen de la carne silenciosa”, y se insiste en el “sigilo de su cuerpo”. Pero del centro de ese cuerpo silencioso, en contraste, es que brota el grito, el “canto obligatorio”, el “canto carmesí”, el grito “ronco y sangriento”:

He aquí que bate las alas, va a

morir, curva el pescuezo vertiginoso

donde el canto carmesí escurre.2

El poema termina con una doble metáfora donde el gallo es un árbol, y el grito, su fruto oscuro y extremo:

Grito, fruto oscuro

y extremo de ese árbol: gallo.

Pero que, fuera de él,

es mero complemento de auroras.

Dejémoslo ahí por el momento, subrayando, a manera de pregunta, el verso donde se dice: “Se ve: el canto es inútil”.

Pasemos ahora al poema de las peras. Como en el caso del poema anterior, “Las peras” tiene un comienzo descriptivo, escueto, es prácticamente una viñeta, un bodegón, una naturaleza muerta. El énfasis en lo visual se debe en parte a que durante esos años, antes de resolverse a ser poeta, Ferreira se ejercitó como pintor, oficio del cual nunca se ha desligado por completo. El carácter pictórico de su poesía se advierte también al comienzo de “Frutas”, que hace parte del libro El vil metal:

Sobre la mesa del domingo

(el mar atrás)

dos manzanas y ocho bananos en

un plato de loza

Son dos manchas rojas y una faja

amarilla

con pintas de verde salvaje:

una hoguera sólida

encendida en el centro del día.

El poeta mantiene cierta objetividad: no habla en primera persona, no se dedica a expresar sus sentimientos. Sólo que en esta oportunidad su asunto no es el canto “ronco y sangriento” de un animal, sino el drama intenso, agónico, de unas peras que se pudren, que se consumen en su “dorado sosiego”. Los temas son, entonces, el tiempo –dado por la presencia del reloj-, la muerte, la soledad:

Todo es el cansancio

de sí. Las peras se consumen

en su dorado

sosiego. Las flores, en el cantero

diario, arden,

arden, en rojos y azules. Todo

resbala y está solo.

El día

común, día de todos, es la

distancia entre las cosas.

El tiempo objetivo del reloj es ajeno, distinto del tiempo vital, interno. Por ello se nos dice al comienzo del poema que detener el péndulo no detendría la muerte de las peras. Por eso se afirma:

El reloj

no mide. Trabaja

en el vacío: su voz resbala

fuera de los cuerpos.

Todo lo cual crea la atmósfera para concluir que “Todo es el cansancio de sí”, que todo, las peras, las flores, “Todo resbala y está solo”, que, en fin, “El día/ común, día de todos, es la/ distancia entre las cosas”. Este ambiente desolado se reitera en la siguiente imagen, tomada del poema “Los jugadores de damas”, que también hace parte de La lucha corporal:

Somos alambres extendidos en el

aire de un patio que nadie visita(…)

Luego, inesperadamente, hacia la mitad del poema se da un cambio de foco, de motivos –pues el poema, como hemos visto, tiene una diversidad de motivos: en esta especie de bodegón, además de las peras, tenemos el reloj y las flores en el cantero. De repente, creando un contraste en relación con la inmovilidad de las frutas y las flores, se nos aparece un gato, “el día del gato, el felino/ y sin palabras/ día del gato que pasa entre los muebles”. Es un cambio de foco momentáneo, breve, donde incluso el “yo”, la voz del poeta se permite irrumpir por un instante: “Pa-/ sar como yo/ paso: entre nada”. Luego el poema vuelve a su tema inicial, el de las peras descomponiéndose, antes de dar un nuevo y sorprendente giro donde reaparece el gallo gallo en escena, y con él, ambiguamente, la cuestión del canto. Primero leemos:

Gritar

¿para qué? ¿Si el canto

es apenas un arco

efímero fuera del

corazón?

Para, al final, concluir que es necesario no dejar de cantar nunca, porque es así, solamente así, que “el gallo/ es sin muerte.” Es un final inesperado, aparentemente gratuito, pero que cobra sentido en relación con lo afirmado en el poema “Gallo gallo”, donde se dice que el canto es inútil. Cuando le pregunté acerca de esto en la entrevista, Ferreira me respondió: “En el poema digo que el canto es inútil, y supongo –no garantizo- que lo que quiero expresar de algún modo es la inoperancia, la incapacidad de la literatura para cambiar la realidad. Yo puedo cantar como el gallo canta, pero luego, al terminar de cantar, el mundo continúa tal como es, no cambia. Al mismo tiempo, cuando canta, el gallo es sin muerte, olvida que muere. Cantar es engañar a la muerte, es vivir en un mundo imaginario”.

EXPERIENCIAS DE VANGUARDIA:

“ROCZEIRAL»”, Crimen en la flora

(1956), CONCRETISMO Y NEOCONCRETISMO

Demos ahora un vistazo, a vuelo de pájaro, a algunas de las experiencias de vanguardia en las que Ferreira participó a finales de los años cincuenta. Doy la palabra al testimonio del poeta en la entrevista publicada por El Malpensante:

«Cuando terminé de escribir La lucha corporal, luego de que desintegré el lenguaje al final de ese libro, paré de escribir. Me quedé sin lenguaje. En los poemas que cierran el libro quise hacer una poesía sin normas preestablecidas, sin el pasado del lenguaje, como si el lenguaje y el poema nacieran al mismo tiempo. El intento de realizar esa utopía me llevó a violentar las normas del discurso al punto de desintegrarlo».

Ferreira se refiere en particular al poema “Roçzeiral”, cuyo título, como en el caso de Trilce en César Vallejo, surgió de la unión de dos palabras: roça (campo) y roseiral (rosal). “Roçzeiral” es un poema construido a partir de deformaciones de palabras, neologismos, palabras cortadas, tomadas de otros idiomas o simplemente inexistentes. No sé cómo se las arregló el poeta cubano Mario Martínez Sobrino para traducirlo, pero voy a leerles un fragmento del mismo:

He aquí por qué te destruyo,

lengua,

y dejo mi habla secarse conmigo,

y caer como polvo

sobre los ojos famélicos,

¡fulgéni!

desaparecer en él, y con él,

la enfermedad del ser,

lo que se mueve allá en el oscuro

vértice del ser,

el paraniso 3 (…)

Ésta es una escritura que rechaza, que se resiste a un análisis racional. Luego de terminar La lucha corporal, Ferreira continuó empeñado en explorar el mismo camino. Fue así como entre 1954 y 1956 se dio a la tarea de escribir un extenso y extraño poema titulado Crimen en la flora, que sólo se atrevería a publicar treinta años después, por insistencia de la Editorial José Olympio. Volvamos a la entrevista:

«Llegué a dar por terminada mi carrera de poeta. Pero como tenía que volver a escribir porque escribir es mi vida, un día, luego de meses sin escribir ningún poema, agarré unos papeles y comencé a escribir un libro con el que no sabía adónde iba a llegar. Era realmente un libro muy loco, obsesivo. (…) Crimen en la flora nació del hecho de no tener más lenguaje. Fue una reinvención de mi propio lenguaje porque no es poesía, no es prosa, y tiene una historia de una incoherencia absoluta, que de pronto es una cosa y de pronto es otra, deliberadamente incongruente».

De la traducción del cubano Martínez Sobrino, escuchemos el siguiente fragmento:

El jardín con sus hojas abiertas y

fijas.

Miré a la azucena: moví sus

pétalos, se abrió, surgió de sus

adentros una esfera de reloj y

el ruido de su mecanismo se fue

instalando en aquel espacio

ardiente tic tic tic tic tic tic tic tic.

Miré al crisantemo:

la corola giró, lenta, giró y dos

agujas azules le brotaron del cáliz;

se detuvo la flor: sobre la esfera de

oro las agujas marcaban medio día

tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic tic

tic tic tic tic tic(…)

Luego, a finales de los cincuenta, vendría toda la aventura de la poesía concreta y neoconcreta, época en que poetas y artistas plásticos brasileños coincidieron en la intención de crear un arte con un lenguaje radicalmente nuevo. En el caso de la poesía, Ferreira, además de participar en la redacción de proclamas y manifiestos, incursionó en la experimentación de crear poemas visuales, en los que la página adquiere preponderancia como espacio gráfico y la disposición de las palabras entra a jugar un papel como elemento constitutivo de ese espacio visual. Un ejemplo de estos poemas visuales lo encontramos en el siguiente texto:

mar azul

mar azul marco azul

mar azul marco azul barco azul

mar azul marco azul barco azul

arco azul

mar azul marco azul barco azul

arco azul aire azul

Así mismo, Ferreira participó en la elaboración de poemas espaciales, poemas-objetos, cuyo caso más representativo fue el del poema enterrado. Acerca de esta experiencia y de cómo llegó un momento en que sintió la necesidad de volver a empuñar el lápiz y el papel, el poeta me comentó:

El poema enterrado es un poema que construí en el sótano de la casa de un amigo, Hélio Oiticica. Fue una experiencia interesantísima. Todos esos experimentos con los poemas-objetos los hice con mucho entusiasmo y entrega. Era algo muy inventivo, muy nuevo. El poema enterrado es un espacio que tiene una escalera. Usted baja por la escalera y llega a un sótano, abre la puerta del poema, entra y en el centro del espacio encuentra un cubo rojo de 50 x 50 cm. Quita el cubo rojo y debajo encuentra un cubo verde de 30 x 30. Quita el cubo verde y debajo encuentra un cubo blanco, pequeño. Lo levanta y en la cara de abajo encuentra escrita una palabra: “Rejuvenezca”. Es un ritual donde usted desciende a una especie de tumba y renace.

Después de construir el poema enterrado, me pregunté: ¿y ahora qué voy a hacer? ¿Voy a volverme arquitecto, escultor? ¿A eso era a lo que se iba a reducir mi poesía? ¿Iba a dejar de escribir como un poeta y quedarme construyendo cosas de ese tipo? Sentí entonces que no debía continuar en esa dirección, pues me estaba alejando de la verdadera naturaleza de mi trabajo. Era algo muy complicado, porque el poeta es perezoso, el poeta quiere un pedazo de papel, sacar el lapicero y escribir su poema. Yo no tengo paciencia para ponerme a hacer objetos y llenar mi casa de ellos. Ese replanteamiento coincidió con un periodo de la historia de Brasil que fue el gobierno de João Goulart, de lucha por la reforma agraria, contra el imperialismo, de búsqueda de transformaciones de la sociedad brasileña. Me comprometí con esa causa, abandoné la poesía y me convertí en militante político. Pasé a usar la poesía como instrumento de lucha. De esa época son mis poemas de cordel, escritos en un lenguaje muy popular, con el objetivo de concientizar a las personas, con una intención más subversiva que poética.

LA FASE DE LA POESÍA COMPROMETIDA:

Dentro de la noche veloz (1962-1975)

Según el propio Ferreira comenta en la entrevista, luego de su periodo de experimentación vanguardista pasó a una etapa de firme compromiso político. Vemos entonces cómo en la trayectoria del poeta se ha dado una relación muy estrecha entre la ética y la estética, entre el arte y la vida, entre la estética y la política. Durante la primera fase de esta época comprometida, el autor se dedicó a escribir poemas de cordel como Jõao Boa-Morte, cabra marcado para morrer (1962) y Quem matou Aparecida (1962), así como otros poemas dedicados a denunciar la situación de miseria, hambre e injusticia de la sociedad brasileña:

Introduzco en la poesía

la palabra diarrea.

No por la palabra fría

sino por lo que ella siembra.

Quien habla de flor no lo dice todo.

Quien habla de dolor dice

demasiado.

El poeta se torna mudo

sin las palabras reales. (…)

“Bomba sucia”

Estos poemas de denuncia tienen una concepción muy simple, efectista, con la clara intención de transmitir un mensaje directo, compuestos empleando las formas métricas y rítmicas de la poesía popular –cuartetas de versos octosílabos, en el caso de “Bomba sucia”-, en los que se apela frecuentemente a un sentido de lo colectivo y se hace un uso reiterado de un repertorio de palabras que aluden a la situación de injusticia social, tales como “hambre”, “pueblo”, “obreros”, “revolución”, “latifundio”, “Imperialismo”, “explotación”, etc. Un ejemplo extremo de la simplicidad y el efectismo de este tipo de poemas lo encontramos en el “Poema brasilero”:

En Piauí de cada cien niños que

nacen

78 mueren antes de completar 8

años de edad

En Piauí

de cada cien niños que nacen

78 mueren antes de completar 8

años de edad

En Piauí

de cada cien niños

que nacen

78 mueren

antes

de completar

8 años de edad

antes de completar 8 años de edad

antes de completar 8 años de edad

antes de completar 8 años de edad

antes de completar 8 años de edad

Como podemos apreciar, en este caso al poeta sólo le interesa denunciar, por eso parodia y se burla de la versificación, de la estética tradicional y del concepto mismo de poema. Esta crítica a una poesía etérea, desligada de la realidad, que Ferreira hace explícita en “Bomba sucia” cuando dice que “El poeta se torna mudo/ sin las palabras reales”, se reitera en el poema titulado “No hay vacantes”:

(…)El hombre

el hambre del hombre

la lucha

del hombre

la explotación del hombre

por el hombre

no caben en el poema
–dicen los poetas

–dicen los fans de los poetas

–dice la policía

Sólo cabe en el poema

el hombre sin estómago

la mujer de nubes

la fruta sin precio

El poema, señores,

no huele

ni apesta

Se podría abundar en este tipo de poemas pertenecientes a la etapa comprometida de la obra de Ferreira. Dentro de la noche veloz, el libro que reúne su producción de esta época, está lleno de ellos, como en el caso de “En el mundo hay muchas trampas”, “Dos y dos: cuatro”, y otros. Lo que vale la pena destacar, no obstante –y el propio Ferreira lo señala en otro aparte de la entrevista-, es el modo como el poeta se propuso construir poemas estéticamente más complejos, en vez de limitarse a hacer denuncia política y no literatura. La amarga ironía de un poema como “El azúcar”, donde el poeta cuestiona su propia condición privilegiada de poeta burgués, marca un punto intermedio en esta transición:

(…)En lugares distantes, donde no hay

hospital

ni escuela,

hombres que no saben leer y

mueren de hambre

a los 27 años

plantaron y recogieron la caña

que se convertiría en azúcar.

En fábricas oscuras,

hombres de vida amarga

y dura

produjeron este azúcar

blanco y puro

con que endulzo mi café esta

mañana en Ipanema.

En dos poemas extensos, de más de diez páginas, “Dentro de la noche veloz”, que da título al libro, y “Por usted, por mí”, es donde se aprecia más claramente cómo Ferreira se propuso reelaborar su escritura de corte político. En “Por usted, por mí”, que trata sobre la guerra de Viet Nam –el tema por excelencia para denunciar el imperialismo de los Estados Unidos en los años sesenta-, Ferreira asume un tono narrativo y una retórica de pregunta para denunciar lo que estaba ocurriendo:

¿Qué pasa en Hue? ¿En Da Nang?

¿En el delta del Mekong?

Te pregunto,

en esta mañana de abril en Río de

Janeiro, te pregunto,

¿qué pasa en Viet Nam?

Las aguas explotan como

granadas, los arrozales

se queman en fósforo y sangre

entre fusiles

los niños

huyen de los jardines

donde azucenas laten

como bombas de tiempo, los

jazmines

sueltan gases, la máquina

de la primavera

damnificada

no consigue sonreír.

La devastación ocasionada por la guerra lejana contrasta con la calma que el poeta corrobora en la cotidianidad de Río de Janeiro:

Es un día normal en Botafogo.

Hombres de maletín, chaqueta y

camisa limpia

se dirigen para el trabajo.

Mujeres vuelven del mercado,

las bolsas llenas de legumbres.

Niños pasan para el colegio.

Las nubes ondean

y las aguas baten naturalmente en

toda la orla marítima.

Ninguna amenaza pesa sobre la

ciudad.

Como se puede percibir en las primera cita, Ferreira se explaya al describir los efectos del engranaje tecnológico desplegado por el aparato militar norteamericano. Tal como ignominiosa y trágicamente se repite hoy en día, los abanderados de la civilización y el progreso terminan convertidos en heraldos de la muerte y la destrucción. Cuarenta años después, la poesía, como testimonio crítico y como instancia de beligerancia ideológica, no pierde vigencia:

Los americanos están ahora

Invirtiendo mucho en Viet Nam

Viet Nam ahora nada en oro

y fuego

Bases aéreas

Arsenales

Depósitos de combustibles

(…)

Viet Nam ahora está lleno de

alambre de púas

de hombres rubios

erizados

armados

vigilados

cercados

asustados

está lleno de jóvenes hombres

rubios

y cadáveres jóvenes

de hombres rubios

engañados

Es evidente que ante este conflicto el poeta no permanece neutral y toma partido resueltamente. Por eso, al finalizar el poema, se identifica, y quiere que nos identifiquemos, con Tram Van Dam, el adolescente vietnamita que, granada en mano, ha logrado infiltrarse en la base militar de Da Nang:

Tran Van Dam

con su granada

entre cercas de alambre

entre las minas en el suelo

Tran Van Dam

con su corazón

Tran Van Dam

donde late la aurora

por usted por mí

bajo el fuego enemigo

con el detonador en los dientes

con el brazo en el aire

por usted por mí

Tran Van Dam

donde late la aurora

por usted por mí

en Viet Nam.

AÑOS DE EXILIO:

El Poema sucio (1976)

Dentro de la noche veloz, publicado en 1975, contiene poemas escritos por Ferreira a lo largo de 13 años, a partir de 1962. Es más de una década de escritura, que aquí, con el ánimo de perfilar de algún modo este panorama, he caracterizado como el periodo de su poesía comprometida. Y aunque, en efecto, durante esta época la obra y la vida pública del poeta fueron marcadas por su militancia de izquierda, en ese tiempo Ferreira escribió también sobre temas diferentes al de la apremiante lucha política. Pese a no haber sido ajeno a los dilemas estéticos –caso de las vanguardias- y políticos –caso de su militancia en el Partido Comunista- de la sociedad brasileña, su posición frente a los mismos fue siempre dinámica, conflictiva, incluso contradictoria. El poeta nunca se dejó sofocar por completo, siempre terminó por imponerse al ideólogo vanguardista y al militante político. Por eso, Dentro de la noche veloz reúne también poemas notables donde tienen cabida tanto el tema amoroso como las vicisitudes de los habitantes de las ciudades contemporáneas. Buena muestra de ello la encontramos en los poemas “Una voz” y “La vida late”. “Una voz” es una pequeña joya, una miniatura en cuatro versos que no requiere más comentarios:

Su voz cuando ella canta

me recuerda un pájaro pero

no un pájaro cantando:

recuerda un pájaro volando.

“La vida late” es un poema más extenso. Es el poema de nuestro diario vivir en la ciudad, el poema de nuestra ansia de vida, de nuestro cotidiano latir entre “constelaciones, náuseas y problemas”:

(…)

Pero vista

de cerca,

la ciudad revela su turbio presente,

su

carnadura de pánico: las

personas que van y vienen

que suben y bajan

que entran y salen, que pasan

sin reír, sin hablar, entre pitos

y gases. Ah, la oscura

sangre urbana

movida a intereses.

(…)

Pero, adentro, en el corazón,

yo sé,

la vida late. Subterráneamente.
 
La vida late.

En Caracas, en Harlem, en

Nueva Delhi, bajo las penas de la ley,

en tu pulso,

la vida late.

Y es esa esperanza clandestina

Mezclada a la sal del mar,

la que me sustenta,

esta tarde,

asomado a la ventana de mi cuarto

en Ipanema,

en América Latina.

En mayo de 1964, los militares brasileños dieron el golpe de Estado que habría de mantenerlos durante veinte años en el poder. Ferreira, integrante del Partido Comunista y quien para entonces presidía el Centro Popular de Cultura, de la Unión Nacional de Estudiantes, que propugnaba por un arte de tipo político y revolucionario, sufrió en carne propia la ola de represión desatada por la dictadura. Así lo atestigua el siguiente fragmento del poema titulado, precisamente, “Mayo 1964”:

Tengo 33 años y una gastritis.

Amo

la vida

que está llena de niños, de flores

y mujeres, la vida,

ese derecho de estar en el mundo,

tener dos pies y manos, una cara

y hambre de todo, la esperanza.

(…)

¡Pero cuántos amigos presos!

cuántos en cárceles oscuras

donde la tarde hiede a orina y

terror.

Hay muchas familias sin rumbo

esta tarde

en los suburbios de hierro y gas

donde juega irredenta la infancia

de la clase obrera.

El sueño de llevar a cabo la revolución se estrelló contra la dura realidad de la dictadura. Ferreira se vio obligado a declararlo en “Agosto 1964”, un poema de tono confesional donde el poeta descarta sus ilusiones mientras viaja en bus a su casa, de vuelta del trabajo, “en mitad de la noche/ fatigado de mentiras”:

(…)

digo adiós a la ilusión,

pero no al mundo. Pero no a la

vida,

mi reducto y mi reino.

Del salario injusto,

del castigo injusto,

de la humillación, de la

tortura,

del terror,

algo extraemos y con eso

construimos un artefacto,

un poema,

una bandera.

Para evitar una inminente captura, en 1971 Ferreira escapó de Brasil. Viajó de manera clandestina a Rusia, dando comienzo a lo que serían cinco años de exilio, durante los cuales residió, además, en Chile, Perú y Argentina. Las experiencias que vivió en ese tiempo las consignó en su libro de memorias Cola de cohete. Los años del exilio (1998), aún no traducido al español. De la entrevista publicada en El Malpensante extraigo el siguiente aparte donde Ferreira habla de las circunstancias que rodearon la creación del más célebre de sus libros, el famoso Poema sucio, que escribió en su exilio de Buenos Aires, entre mayo y octubre de 1975:

«Después de salir de Chile estuve viviendo en Perú y de ahí viajé para Argentina. Al poco tiempo murió Perón, Isabelita asumió el gobierno y luego vino el golpe militar. De pronto Argentina y todos los países alrededor: Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay estaban gobernados por dictaduras. Mi única alternativa era viajar a Europa pero mi pasaporte estaba vencido. Tuve que ir a la embajada de Brasil en Buenos Aires a pedir un pasaporte nuevo, pero como había salido clandestinamente del país, querían decomisarme el pasaporte. Me tocó amenazarlos con denunciar el caso en la prensa, y sólo así resolvieron devolvérmelo. Pero antes cogieron un sello y estamparon en todas las páginas: “Cancelado”. Así que no podía salir del país. Entre tanto, los militares empezaron a perseguir y a desaparecer gente, y a los políticos brasileños exiliados comenzaron a detenerlos para entregarlos a la policía brasileña. Cuando algunos amigos míos fueron capturados y desaparecidos, pensé que el siguiente iba a ser yo. Entonces escribí el Poema sucio como si fuera la última cosa que iba a hacer en la vida. Tenía que decir todo lo que pudiera mientras aún tenía tiempo».

Discurrir en detalle acerca del Poema sucio supera el alcance de este recuento. Daría para otra conferencia. Si consultan en Google encontrarán cientos de artículos, ensayos, reseñas y tesis universitarias que se han escrito sobre él. Lo que puedo asegurarles es que para un amante de la poesía, por lo exigente y sobrecogedora, la lectura del Poema sucio constituye una experiencia única, comparable sólo a la lectura de poemas-libro como Una temporada en el infierno, de Rimbaud, el Canto de mí mismo, de Whitman, o Altazor, de Vicente Huidobro. Es una lectura exigente porque no es fácil mantener la concentración ni resistir la intensidad que el poema despliega a través de sus setenta páginas de extensión. Dado que Ferreira integró en él el verso y la prosa, el tono evocativo con el tono metafísico, su biografía personal con la historia de su São Luís natal, el hilo cronológico con la asociación libre, así como temas tan diversos como su iniciación sexual, la historia del río Anil o las distintas velocidades del día y la noche, la verdad es que en una primera lectura uno tiende a perderse. En mi propio caso, sólo a partir de la tercera o cuarta lectura logré asimilar la profunda coherencia que tiene el poema tras su aparente inconexión y enormidad. La capacidad de Ferreira Gullar para sostener ese arduo diálogo consigo mismo, la riqueza de sus recursos expresivos, la fuerza con que logra convocar las presencias del pasado desde la soledad del exilio, otorgan al Poema sucio un aliento febril y un ritmo avasallador sin parangón en la moderna poesía brasileña.

Luego de pasar por la experiencia iniciática de leer el Poema sucio, podemos dar crédito a aquellas palabras mayores de Vinicius de Moraes cuando afirmó que “era el poema más importante escrito en cualquier lengua en las últimas décadas”, y entendemos que no era desmesurado el elogio del mismo Vinicius al declarar a finales de los años setenta que Ferreira Gullar era “el último gran poeta brasileño”.

AÑOS OCHENTA:

En el vértigo del día (1980) y Barullos (1987)

Durante la década de los ochenta, con un intervalo de siete años, Ferreira publicó dos libros de poemas: En el vértigo del día y Barullos. En el primero de ellos, como se aprecia en el poema “El pozo de los Medeiros”, aún gravitan ecos de la atmósfera y los temas del Poema sucio. Allí, el poeta recalca que no quiere “la poesía/ el poema, el discurso limpio/ donde la muerte no grita”. Dice que para alimentarse, en cambio, prefiere inspirarse en las aguas “sucias, rasas/ ahogadas/ del viejo pozo/ hoy derruido/ donde en otro tiempo” sonrió. Lo sucio como cualidad determinante de la experiencia vital constituye un rasgo distintivo, un leit motiv en toda la obra de Ferreira. En poemas anteriores a la publicación del Poema sucio ya había hecho numerosas referencias a “la sucia luz de los perfumes de la vida” y había insistido en que “la vida es sucia, la vida es dura”. En un ensayo de 1989, “Reinvención de la poesía”, el poeta fue aún más explícito al afirmar: “la palabra que forma el poema siempre fue, a mi entender, una entidad viva, nacida del cuerpo, sucia de quién sabe cuántos insondables significados”. En 1997, interrogado por los editores de la revista Poesía siempre acerca de por qué había denominado así su poema cumbre, Ferreira respondió: “en primer lugar, es sucio porque es nordestino, y la visión del Nordeste que me impregnaba en aquel momento era la de los leprosos de Bonfim que caminaban hasta el centro de São Luís y me causaban horror. Era la miseria, la enfermedad, la muerte, el lodazal, la favela, los palafitos. Entonces, el poema era sucio como el pueblo brasileño, como la vida del pueblo brasileño”.4

La impronta, esa presencia permanente de lo sucio persistirá en la poesía publicada por Ferreira en los años ochenta. Para la muestra este poema inspirado en Río de Janeiro, a partir de una noticia donde se anunciaba que el alcalde se proponía erradicar el mal olor del sector de Olaria:

(…)Hablo de un olor que impregna

todo y que se esparce

por la ciudad entera hecho gas

y por más

baños que tomemos

y por más

desodorantes

que usemos

(en la boca, en la axila

en la vagina;

en la taza del inodoro,

en el sector financiero)

ese olor no se acaba

Ferreira continúa ligado siempre a su pasado en São Luís, y para hablar de ello se aferra a cualquier vestigio. Cualquier objeto, la remembranza de cualquier objeto, como la del viejo espejo del guardarropa, sirve de sustento a su labor:

(…)

De noche

en la oscuridad del cuarto

insinuabas

que tu cuerpo era de agua
y te bebí

sin saberlo te bebí y te traigo

incrustado

de un hombro a otro

dentro de mí

y dueles y amenazas

estallar

astillarte

como las tardes y las mañanas

que en aquel tiempo

atravesaban la calle

y se precipitaban en tu abismo

claro y raso.

(…)

“El espejo del guardarropa”

Ni siquiera el viento que soplaba en aquellos años de la infancia, mientras Ferreira leía en su cuarto cuentos de Hoffmann, y su madre cosía, y el arroz en el fuego olía a familia, ni siquiera el viento escapa al inventario que el poeta hace de los tiempos idos:

Todo el viento

que sopló en aquellos años

en la Quinta de los Medeiros

se habría desvanecido sin memoria

de no haber estado en aquella casa

de la esquina

para oírlo

al menos un niño

“El ventarrón”

En 1987, cuando publica Barullos, Ferreira Gullar cuenta ya con 57 años de edad. Ante la desaparición de varios de sus amigos y seres queridos, el poeta empieza a ocuparse en sus versos insistentemente de la muerte, de lo que él llama “la precariedad, la pérdida de todo”. Su escritura asume un tono cada vez más retrospectivo y, como lo insinúa en el poema que lleva ese título, comienza a esbozar una larga despedida:

Yo dejaré el mundo con furia.

No importa lo que aparentemente

suceda,

si dulcemente me retiro.

(…)
En poemas como “¿Quién soy yo?”, se sigue elaborando la pregunta, la perplejidad acerca de la trascendencia:

(…)

Todo lo que sobrara de mí

es papel impreso.

Con un poco de mañana

engastado en las sílabas, es cierto,

pero

¿qué es eso

comparado con mi cuerpo real? ¿mi

cuerpo

donde la alegría es posible

si manos le tocan los cabellos

si una boca lo besa

lo saliva

lo chupa con dos ojos brillantes?

Al día siguiente de la muerte de uno de sus grandes amigos, el dramaturgo Mário Pedrosa, Ferreira se quedó mirando una gaviota en vuelo y pensó:

¿Y Mário?

La gaviota vuela

fuera de la muerte:

y decir que vuela es poco:

ella hace el vuelo

con ala y brisa

lo realiza

en un mundo donde él ya no está

para siempre.

Y pienso: ¿cuántas mañanas

vendrán aún en la historia

de la Tierra?

Es demasiada pérdida

para un simple hombre.

“Pérdida”

Cuando le pregunté acerca de esa reiterada presencia de la muerte en sus poemas a partir de Barullos, Ferreira me respondió:

«Cuando escribí el poema de las peras mi noción de la muerte era teórica. Como cualquier persona, sabía que iba a morir. Pero era muy joven, aún no había perdido a mi padre, ni a mi madre, ni a mis hermanos o a mis amigos, no había perdido nada. Luego, con los años, fui perdiendo realmente. Hoy en día la muerte para mí no es una cosa abstracta, es una pesada realidad. En Barullos y en mi último libro, Muchas voces, la visión de la muerte es mucho más concreta, más real. (…) Ése es el problema de vivir mucho tiempo. Son pérdidas sucesivas. Cuando miro para atrás, la cantidad de amigos que se fue es enorme. De los más cercanos, quedan pocos. Es difícil asumir eso. Independientemente de que usted quiera o no, tener que confirmar la precariedad, la pérdida de todo, es algo que pesa en la vida. Soy una persona lúcida y trato de ver los hechos con objetividad, pero son demasiadas cosas… como la pérdida de mi gato, por ejemplo, el gatico que vivió conmigo dieciséis años, ¡es una pena! Puede parecer insignificante, pero cada vez que vuelvo de la calle y entro al apartamento es triste, ¿sabe? Hay que tener una fuerza de imaginación muy grande para vivir en paz, para seguirle atribuyendo sentido a la vida».

La reflexión que el poeta desarrolla acerca del hecho inevitable de morir, no es lastimera, ni quejosa, ni patética. Es una mirada abierta y franca ante la muerte, desde la postura resuelta de quien no renuncia a la vida:

Conduzco

bajo mi piel

una hoguera de un metro y setenta

de altura.

No quiero asustar a nadie.

Pero si todos se esconden en la

sonrisa

en la palabra medida

debo decir

que el poeta Güllar es un niño

que no consigue morir

(…)

Usted reirá si le digo

que estoy lleno de flor y pajarito

que nada

de lo que amé en la vida se acabó:

y mal consigo andar

tanto eso pesa.

“Detrás del rostro”

Antes de pasar a comentar Muchas voces, último libro de poemas de Ferreira, publicado en 1999, quiero detenerme en “Omisión”, que hace parte de Barullos y en el cual el poeta realiza una síntesis de las principales cuestiones que ocuparon su atención a lo largo de medio siglo. Al comienzo del poema encontramos a Ferreira retomando una vez más el tema de las frutas podridas, preguntándose por qué, en plena guerra de Las Malvinas, y mientras veinte familias eran desalojadas en el barrio de Tijuca, él porfiaba en ocuparse de eso:

¿No es extraño

que un poeta político

dé la espalda a todo y se fije

en tres o cuatro frutas que se

pudren

en un plato

encima de la nevera

en una cocina de la calle Duvivier?

Y eso cuando veinte familias

son expulsadas de sus casas en

Tijuca,

los astilleros entran en huelga en

Niterói

y en el Atlántico Sur comienza

la guerra de Las Malvinas.

A partir de “Las peras”, publicado en 1954, y que ya comentamos, Ferreira mantuvo una atención obsesiva con respecto al tema de las frutas en descomposición. Veinte años después, en el Poema sucio volvería a ocuparse del asunto:

En una cosa que se pudre

–tomemos un viejo ejemplo:
una pera-

el tiempo

no escurre ni grita,

por el contrario

se ahonda en su propio abismo,

se pierde

en su propio vértigo,

pero tan sin velocidad

que en lugar de hacerse luz se hace

oscuridad;5

(…)

Luego, en 1980, en su libro En el vértigo del día, retomó la cuestión al menos en dos oportunidades, en los poemas “Bananos podridos” I y II. De suerte que no sorprende que el tema aparezca de nuevo en “Omisión”, donde el poeta trata de explicar el porqué de su obsesión:

Es comprensible que tu piel se ligue

a la piel de esas frutas que se

pudren

pues allí

hay una intensificación del espacio,

de las fuerzas

que trabajan dentro de la pulpa

(oxidando la cáscara

el color

en manchas negras)

(…)

-es comprensible

que des la espalda a la guerra de

Las Malvinas

a la lucha de clases

y te precipites en ese

abismo

de miel

pues la claridad del azúcar nos

ciega

y divierte ser espectador de la

muerte, que es también la nuestra,

y que nos atrae con su boca de

lodo su vagina

de nada

por donde resbalamos dulcemente

en el sueño

(…)

El poema, consecuente con la postura de Ferreira de no empeñarse en verdades absolutas, comienza con una autocrítica y concluye planteando otras, aún más comprometedoras, que el poeta decide dejar abiertas:

¿Es la muerte que te llama?

¿Es tu propia historia

reducida al inventario de escombros

en el reverso del día

y no más la esperanza

de una vida mejor?

¿qué pasa, poeta?

¿postergaste el futuro?

ÚLTIMOS POEMAS:

Muchas voces (1999)

No quiero dejar la impresión de que el Ferreira Gullar de los últimos años es un poeta obsesionado mórbidamente con la muerte, o entregado a una especie de delirante necrofilia frutal. Aunque he destacado la continuidad de ciertas líneas temáticas que otorgan unidad al universo personal del poeta, eso no significa que Ferreira se haya estancado o agotado su expresión alrededor de un puñado de ideas fijas. Si algo caracteriza la obra de este poeta, es justamente su dinamismo, su voluntad de renovarse, de asumir el dominio de determinado registro expresivo para luego saltar de ahí y emprender nuevos rumbos. Tal como lo declaró a los editores de la revista Poesía siempre, desde los comienzos de su carrera Ferreira se propuso –y lo consiguió- ser consecuente con la sentencia del pintor Paul Gauguin: “Cuando aprenda a pintar con la mano derecha, pasaré a pintar con la izquierda, y cuando aprenda a pintar con la izquierda, pasaré a pintar con los pies”. Es por ello que podemos hablar del Ferreira sonetista de la primera parte de La lucha corporal, del Ferreira iconoclasta, emparentado con el surrealismo, que escribió “Roçzeiral” y Crimen en la flora, así como del Ferreira vanguardista de la poesía concreta y el neoconcretismo, del poeta comprometido de los romances de cordel y de Dentro de la noche veloz, del poeta ecléctico, titánico, que llevó a cabo la proeza del Poema sucio, y del Ferreira denso y decantado de sus últimos libros.

No sería justo, insisto, decir que el Ferreira de los últimos tiempos es un poeta monotemático, fatigado, carente de matices. Sería falso afirmar, como podría llevarnos a pensar el poema “Omisión”, que, obsesionado con la descomposición de las peras, Ferreira haya dejado de lado sus inquietudes con respecto a la realidad política y social. Si volvemos a repasar Barullos, veremos que el mismo poeta que en los años sesenta escribió:

Mi pueblo y mi poema crecen juntos

como crece en el fruto

el árbol nuevo,

“Mi pueblo, mi poema”

A  finales de los noventa continúa diciendo:

Mi pueblo es mi abismo.

En él me pierdo:

y su tanto dolor me deja

sordo y ciego.

“Mi pueblo, mi abismo”

El mismo interés subsiste en poemas como “Subversiva”, “Espera”, “Una nordestina” y “Caída de Allende”. La pugna, el conflicto no cancelado entre el hombre público, participante, y el poeta volcado hacia dentro de sí, lo expresa Ferreira de la siguiente manera en el poema “Traducirse”:

Una parte de mí

es todo el mundo:

otra parte es nadie:

fondo sin fondo.

Una parte de mí

es multitud:

otra parte extrañeza

y soledad.

(…)

La perplejidad ante ese choque entre lo individual y lo colectivo, entre la solidaridad y la soledad, entre lo particular y lo universal; el pasmo ante esa mezcla ambigua y contradictoria que nos constituye está presente en la poesía escrita por Ferreira en estos últimos años y lo lleva a postular una especie de panteísmo en el que el poeta se siente haciendo parte de todo y hablando por todos. Es lo que podemos advertir en este par de fragmentos de los poemas “Extravío” y “Muchas voces”:

¿Dónde comienzo, dónde acabo,

si lo que está afuera está adentro

como en un círculo cuya

periferia es el centro?

Estoy disperso en las cosas,

en las personas, en las gavetas:

de repente encuentro allí

partes de mí: risas, vértebras.

Estoy deshecho en las nubes:

veo la ciudad de lo alto

y en cada esquina un niño,

que soy yo mismo, me llama.

(…)

Mi poema

es un tumulto:

el habla

que en él habla

otras voces

arrastra en alarido.

estamos todos nosotros

llenos de voces

que la mayoría de las veces

mal caben en nuestra voz

(…)

Di comienzo a este recuento de la obra de Ferreira Gullar haciendo alusión al tema del canto en los poemas “Gallo gallo” y “Las peras”. Para concluir, quiero destacar tres poemas de su último libro, donde el autor desarrolla una reflexión acerca de la naturaleza de la poesía. En “Nace el poeta”, un texto en diez partes escrito en versos breves y sentenciosos, Ferreira se permite jugar con el recurso de la rima y se plantea la siguiente relación entre el poema y las cosas:

el poema no dice

lo que la cosa es

pero dice otra cosa

que la cosa quiere ser

(…)

el poeta presta

a las cosas

su voz –su dialecto-

y el mundo

en el poema

se sueña

completo

Más adelante, en “Falagens”, un poema cuyo título podríamos traducir como “Decires”, escrito en un tono muy semejante, se aborda la cuestión de modo distinto. En este caso no se dice que es el poeta quien presta su voz a las cosas, sino que las cosas, como un simple trapo, por ejemplo, tienen manera de hablar por sí mismas:

aún un trapo habla

harapo

de voz

lengua de paño

porque habla

en el trapo

el trabajo

la hechura

y habla

(bajo)

la memoria vegetal

del algodón

la llama

blanca

de la planta

(en la remembranza)

(…)

Son modos diferentes de abordar el mismo asunto. Aproximaciones complementarias, no excluyentes, sino que, por el contrario, representan variaciones que enriquecen nuestra comprensión de esa compleja y diaria convivencia entre los seres humanos, los signos y las cosas. Ferreira Gullar, quien sólo al comienzo de su carrera, en los años cincuenta, había consentido recurrir a la rima y la métrica tradicionales, en su último libro, Muchas voces, como todo un maestro de la palabra, se permitió escribir “No-cosa”, un poema en cuartetas perfectas, donde recreó de manera extraordinaria lo esencial de su arte poética:

Lo que el poeta quiere decir

en el discurso no cabe

y si lo dice es para saber

lo que todavía no sabe.

Una fruta una flor

un olor que refluye…

¿Cómo decir el sabor,

su claridad su perfume?

(…)

No obstante, el poeta

desafía lo imposible

e intenta en el poema

decir lo indecible:

subvierte la sintaxis

detona el habla, osa

infundir al lenguaje

densidad de cosa

sin permitir, empero,

que pierda la transparencia

ya que la cosa es cerrada

a la humana conciencia.

Lo que el poeta hace

más que mencionarla

es tornarla apariencia

pura –e iluminarla.

Toda cosa tiene peso

una noche en su centro.

El poema es una cosa

que no tiene nada adentro,

a no ser el resonar

de una imprecisa voz

que no se quiere apagar

–nosotros somos esa voz.
———————————————–

1. “Cantar es engañar a la muerte”, John Galán Casanova entrevista a Ferreira Gullar, Revista El Malpensante, Nº 73, Bogotá, sept.-oct. de 2006, pág. 49-61.
2. Salvo que se señale lo contrario, todas las traducciones fueron hechas por el autor de la conferencia.
3. Ferreira Gullar, Todos te buscan, selección y traducciones al español de Mario Martínez Sobrino, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 2004, pág. 23.
4. “Ferreira Gullar. Entrevista”, Revista Poesia sempre, ano 6, número 9, Rio de Janeiro, março 1998, pág. 387.
5. . Ferreira Gullar, Poema sucio, traducción de Elkin Obregón, Editorial Norma, Bogotá, 1998, pág. 61.

 

 

CONVERSACIONES EN LA CASA SILVA

LA POESIA Y EL HUMOR
Por Daniel Samper Pizano, Luis Enrique Nieto y Humberto Dorado

Daniel Samper Pizano

Hay mala poesía que hace parte de nuestra vida. Antes de adentrarnos por esos terrenos de la poesía y el humor, voy a leerles algunos comentarios de autores serios sobre la mala poesía. Chesterton, por ejemplo, dice: «Podría formarse el peor libro del mundo a partir de fragmentos selectos de los mejores escritores delplaneta». Es un pasatiempo memorable descubrir horrorosos versos en grandes poetas. Dice también Georg Christoph Litchenberg en uno de sus aforismos: «Está bien que los jóvenes se enfermen de poesía en ciertos años, pero por el amor de Dios, hay que impedir que la contagien». Yo fui uno de esos que enfermé de poesía. Tengo algunos compañeros de universidad que están en este auditorio y que conocieron un horrible poemario que escribí en esa época en que estaba sumamente enamorado. He tenido que sobornar gente a algunos de ellos para que no lo den a conocer. Se justificaba.

García Márquez tiene una famosa frase, muy lúcida como casi todos los chispazos de él en materia de crítica literaria: «Soy un gran admirador de la mala poesía porque ella es la carnada para llegar a la buena poesía». Ciertamente, pocos empiezan a leer con los libros de Borges; solemos empezar con Julio Flórez, o algo así. Pero al final se llega a la buena poesía. Eso es lo importante de la mala poesía, mala poesía que además tiene muchas representaciones. Una es la mala poesía del que quiso pero un pudo. Otra es la del que cree que lo logró, y otra es la del que se solaza escribiendo, ex-profeso, mala poesía. Hay parodias gloriosas que van a escuchar en el curso de esta aventura por la poesía y el humor, y también ingenuos cantos épicos o de amor.

Desde Valerio Marcial, nacido en España, en la actual Calatayud y famoso en tiempos de Nerón, cuando el emperador cantaba y quemaba ciudades y la gente le agradecía que las quemara, surge la vena de la poesía de humor en español. Obviamente el español no existía en esa época; se escribía en latín. Marcial tuvo que esperar nueve siglos para que apareciera el español y otros cuántos para que se le tradujera al castellano. Para entonces ya existía esa generación maravillosa y brillante del Siglo de Oro, a la cual perteneció Francisco de Quevedo, el gran maestro que con las mismas manos escribía un soneto a las putas y otro a las más maravillosas metafísicas del amor.

Era muy frecuente en esos tiempos de los poetas del Siglo de Oro que los vates escribieran por igual grandes poemas de amor y humorísticos; no había ninguna diferencia. Ninguno se sentía deshonrado de haber cerrado un soneto metafísico y enseguida escribir una letrilla o algún dicterio contra uno de los poetas rivales.

La poesía del humor no respeta tema. El amor, la épica e incluso el tema de la religión forman parte de los flancos a los que dispara sus flechas. El más cristiano de nosotros tres, que es Luis EnriqueNieto, ha sido escogido para leer algunos pequeños trozos de poesía sacra.

Luis Enrique Nieto

Nuestro Señor Jesucristo

nació en su pesebre.

¡Donde menos se espera

salta la liebre!

Daniel Samper Pizano

La siguiente pequeña estrofa forma parte de una historia sagrada en verso que escribió un español, el padre Carulla.

Humberto Dorado

Y entonces Cristo se fue a la ciudad de Betulia, como quien se va a un café,o a una tertulia.

Daniel Samper Pizano

No todas las estrofas son así de santas y puras. Hay un poema, recitado mucho en Colombia en los colegios e incluido en mi libro Versos chuecos, las mejores peores poesías de la lengua española, que recomiendo leer.

Al pie de la cruz están

la Virgen en su desdicha,

Magdalena la guaricha,

y el marica de san Juan.

No me culpen a mí de este horror, culpen a los colegiales colombianos.

Luis Enrique Nieto

Hay una versión bíblica famosa de la democracia:

Estaba la virgen Maria

debajo de unos arboles

comiéndose unos platanos

con todos sus apostoles.

Llegaron los sarracenosy

los molieron a palos

que Dios protege a los malos

cuando son más que los buenos.

Daniel Samper Pizano

Y de la poesía sacra pasemos a la poesía épica, que ha suscitado, la mayoría de las veces sin culpa, horrores espeluznantes -me refiero sobre todo a la poesía épica colombiana- y más de un chiste. Escuchen esta broma que tiene ver con aquella famosa estatua que hizo Temerani de nuestro libertador.

Humberto Dorado

La estatua de Bolívar en la Plaza de Bolívar, a instancias del Congreso, miraba hacia el norte, donde estaban algunos almacenes comerciales, entre ellos el del indio Rodríguez Nieto. Un poeta anónimo, cuando se giró la estatua mirando hacia el capitolio, le dejó una pequeña nota al pie del pie. Ésta decía:

Bolívar con disimulo

y sin faltarle al respeto,

resolvió voltearle el culo

al indio Rodríguez Nieto

El indio Rodríguez Nieto se puso furioso y dijo que iba a perseguir hasta el último rincón del mundo al autor de esa ofensa. Al día siguiente, el mismo poeta anónimo escribió:

Bolívar con disipeto

y sin faltarle al resmulo,

resolvió voltearle el Nieto

al indio Rodríguez culo.
 
Daniel Samper Pizano

Es mucha la poesía patriótica, y curiosamente el Partido Liberal se ha especializado en las grandes odas a sus mártires. Por ejemplo, están estas coplillas populares anónimas.

Estoy enfermo y me siento muy mal

y lo que más me duele

es dejar a mi madre

y al gran Partido Liberal.

De luto está la liberal bandera

porque se ha muerto el general
Herrera;
y como si eso no fuera bastante,

está muy malo el general
Bustamante.

Otra mano anónima fue quizás la que escribió, cuando fue asesinado en 1914 en Bogotá, en el Capitolio, el gran caudillo liberal Rafael Uribe Uribe, estas rimas forzadas pero sumamente graciosas:

Asesinos Galarza y Carvajal

que matasteis brutalmente

a Rafael:

si no hubierais hecho tal

¡cómo estaría de contento en el

Senado él!

Finalmente hubo un liberal, muy conocido, don Jorge Pombo, que sacó la cara por el Partido Liberal y resolvió desquitarse de los conservadores con una estrofa de esas punzantes que hacia él, de tono alacranado. La siguiente se refiere a un combate que se celebró en el Alto de la Cruz, en una de nuestras guerras civiles, no sé si la 28 o la 45 o la 73. Lo cierto es que murió allí un capellán que estaba militando en las filas conservadoras. El cachiporro de don Jorge Pombo escribió entonces lo que leerá Humberto Dorado:

Humberto Dorado

De un balazo en el testuz

y entre las godas legiones

murió un hijo de Jesús.

Como aquel, murió en la Cruz.

Y también entre ladrones.

Daniel Samper Pizano

En las guerras civiles, mientras los caudillos guerreaban, el pueblo sufría. El siguiente testimonio poético de sus padecimientos fue recogido y aportado en 1993 por Guillermo Duque Lleras, que en paz descanse, a la tertulia bogotana de la Gruta Sintética, imitación realizada con un siglo de retraso de la famosa Gruta Simbólica.

Qué cosa tan brutal:

hoy hace un año

mató a mi padrecito

el caballo castaño.

Sólo falta que la yegua castañita

venga de golpe y mate a mi mamita.

También recogió Guillermo Duque Lleras otra coplilla que habla de una efemérides terrible y justamente muyoportuna, ahora que se habla en Bogotá de recoger las armas que circulan por las chiquitecas, viejotecas, madurotecas, etc.

Hoy justamente hizo un mes

que te presté mi revólver.

Quiero que me contestés

si me lo vas a devólver.

De guerra en guerra estamos llegando a la época del Romanticismo que produjo los más espeluznantes horrores en materia de mala poesía. Con paciencia y con suerte, es posible descubrir algún verso que se salva, algún poema incluso memorable de todas las cascadas, los tequendamas de poesía que se escribieron en el siglo XIX. De este período es difícil escoger la mejor peor poesía porque casi toda es supremamente buena como mala. No podemos sin embargo dejar de rendir un tributo especial y emocionado a don Rafael Núñez. Afortunadamente fue presidente como unas doce veces, sino habría escrito más poesía: nos salvóel poder ejecutivo por una vez en la historia. De él es ciertamente complicadoseleccionar lo peor, pero creo que ya se nos anticiparon algunas voces políticas que escogieron su peor poema como himno nacional. De manera que con el respeto debido a nuestros símbolos, pero también con la indignación profunda de lo que allí está escrito, vamos a referirnos a algunos de esos versos.

Luis Enrique Nieto

Alfredo Iriarte, leyendo el Himno Nacional, encontró que nuestros héroes de la Independencia, particularmente los 14 valientes lanceros, tenían una arma orgánica, muy particular, que era el mal aliento.

De Boyacá en los campos

el genio de la gloria

con cada espiga

un héroe invicto coronó.

Soldados sin coraza

ganaron la victoria

su varonil aliento

de escudo les sirvió.

Daniel Samper Pizano

Sobra decir que los calvos tenemos una deuda que no se puede pagar con don Rafael Núñez, pues nos elevó a la categoría de símbolo nacional.

La virgen sus cabellos

arranca en agonía

y de su amor viuda

los cuelga del ciprés.

Lamenta su esperanza

que cubre losa fría

pero glorioso orgullo

circunda su alba tez.

No sé qué quiso decir. El Romanticismo es básicamente un empujón que le pegó a la poesía colombiana José Eusebio Caro. Éste era casado con una señora que se llamaba Blasina. A ella le hizo el siguiente poema:

¿Quién es la mujer divina?

¡Blasina!

¿A quien he jurado amar,

Tobar,

con todo mi corazón:

Pinzón.

Y, pues te he entregado el alma,

dame de tu amor la palma,

Blasina Tobar Pinzón.

¡Y de ahí nació don Miguel Antonio Caro! Por la misma época en que los colombianos hacíamos estos desastres, había en España un grupo de lo que ellos llaman «cachondos», que eran unos poetas sumamente divertidos que se dedicaban a mamar gallo todo el tiempo. De entre todos ellos, apareció uno cuya identidad tardó en divulgarse y que escribió un famosísimo soneto que se titula «Los animales son madrugadores». Ese soneto llegó por arte de magia a Colombia y en un momento dado apareció en la mesa del presidente Belisario Betancur. Betancur lo leyó en un gabinete de ministros y posteriormente, ante el aplauso de sus ministros, resolvió decir que era de él. Presionado por la prensa, dijo que no era él su autor, pero que el poema había sido armado en uno de esos viejos y famosos cafés bogotanos por un grupo de poetas. Luego se estableció que nada de eso era verdad. Después de que el soneto sea leído, les diremos la identidad comprobada del autor. Con ustedes «Los animales son madrugadores».

Humberto Dorado

LOS ANIMALES SON MADRUGADORES

Los animales son madrugadores

– sencilla observación que hace cualquiera-.

Gocen ellos del sol la luz primera

y del alba, los pálidos fulgores.

Despiértense los pájaros cantores,

hijos de la florida primavera,

y vayan muy temprano a la pradera

labriegos, y gañanes, y pastores.

El hombre culto, no; siempre a tal

hora

dormido ocupe el lecho todavía,

disfrutando molicie seductora.

Yo sólo con placer madrugaría

por gozar los encantos de una aurora…

que es Aurora González y García.

Daniel Samper Pizano

La verdadera identidad de la autora era Aurora González y García, señora soltera y virgen, pero Belisario cometió la travesura de ponerle «Aurora y González de García», con lo cual quedó implícito un pequeño adulterio que es lo que le ha dado realmente picante al poema, cuyo autor verdadero es Miguel Ramos Carrión, poeta y escritor de guiones de zarzuela nacido en Zamora, España, en 1848, y muerto en Madrid en 1915. Digo esto para que después no me nieguen la visa española.
Entre nuestros grandes poetas humoristas, que los ha habido de verdad, uno que sobresale no propiamente como poeta sino como presidente es José Manuel Marroquín. Usted que es de la época de él, ¿qué nos puede contar, maestro?

Humberto Dorado

Sí, yo recuerdo a José Manuel, con gran ternura además porque mientras se debatían serios problemas nacionales, él se preocupaba por una cosa más duradera y profunda: la ortografía. En su memorable Perilla hay este famoso poema:

Ahora que los ladros perran,

ahora que los cantos gallan,

ahora que, albando la toca,

las altas suenas campanas,

y que los rebuznos burran

y que los gorjeos pájaran,

y que los silbos serenan

y que los gruños marranan,

y que la aurorada rosa

los extensos doros campa,

perlando líquidos viertas

cual yo lágrimo derramas,

yo, friando de tirito,

si bien el abrasa almada,

vengo a suspirar mis lanzos

ventano de tus debajas.

Tú, en tanto, duerma tranquiles

en tu camada regala,

ingratándote así, burla,

de las amas del que te ansia.

¡Oh, ventanáte a tu asoma!

¡Oh, persiane un poco la abra,

y suspire los recibos

que este pecho exhalo amanta!

Ven, endecha las escuchas

en que mi exhala se alma

y que un milicio de músicas

me flauta con su acompaña.

En tinieblo de las medias

de esta madruga oscurada,

ven y haz miradar tus brillaas

a fin de angustiar mis calmas.

Estas tus arcas son cejos

con que, flechando disparas,

Cupido pecha mi hiero

y ante tus postras me planta;

tus estrellos son dos ojas,

tus rosos son unas labias,

tus perles son como dientas,

tu palme como una talla;
tu cisno es como el de un cuelle,

un garganto tu alabastra,

tus tornos hechos a brazo,

tu reinar como el de una anda.
Y por eso horo a estas vengas

a rejar junto a tus cantas

y a suspirar mis exhalos

ventano de tus debajas.

 Así cantaba Calixto

a las ventanas de Carmen,

de Carmen, que, desdeñosa,

ni aun se acuerda de olvidarle.

Daniel Samper Pizano

Por los tiempos de Marroquín y de la Guerra de Los Mil Días, floreció en Bogotá un pequeño grupo de bohemia que pasó a la historia, sobre todo a la de la poesía de humor, porque las cosas que hicieron en materia seria suelen ser horribles. Ese grupo fue La Gruta Simbólica. Sus integrantes eran una banda de borrachitos divertidísimos que tocaban tiple, enamoraban a las coperas y en sus ratos libres escribían versos,algunos serios y horribles y algunos en broma, estupendos. El experto en ellos, que fue el Benjamín del grupo, por allá por 1903, es Luis Enrique Nieto.

Luis Enrique Nieto

Voy a leer primero algunos disparates de Jorge Pombo:

Fue Inés la estatua del «no»

Pero al fin de un conde ardiente

Al amor condescendió.

Meses después se notó

Que estaba condescendiente

…..

El ministro de no sé

Juega tresillo conmigo

Y al decirle robe amigo

Me contesta: ya robé.

Jorge Pombo y Clímaco Soto Borda hicieron una pareja literaria maravillosa: Cástor y Pólux. Este texto fue escrito por la época en que en Bogotá las mulas tiraban el tranvía:

Que paren las mulas

Gritaba Ana Rosa

Que paren las mulas

En el cambia vías

Y dice un borracho

Con voz cincelosa

Las mulas no paren

No sea mentirosa

No paren las mulas

Que siga el tranvía

Daniel Samper Pizano

Los miembros de La Gruta Simbólica no sólo escribieron chispazos, como llamaban a sus epigramas, sino que algunos de ellos hicieron la primera poesía existencial realmente interesante que hubo en Colombia. Un miembro de la Gruta, Eduardo Ortega, escribió este pequeño poema que es la entrada del existencialismo a la poesía colombiana, aunque puede ser también su salida.Dice:

Pienso cuando estoy fumando

que todos vamos al trote,

que la vida es un chico

teque se nos está acabando.

Si en el momento nefando

Dios me llega a preguntar:

¿quiere usted resucitar?,

le diré echándole el humo:

Mil gracias, Señor, no fumo,

porque acabo de votar.

Un poco anterior a los escritores de la Gruta Simbólica es el dueño de casa, José Asunción Silva, uno de los más grandes poetas de Colombia y de América Latina. Silva sacudió el polvo del Romanticismo y empezó a escribir una poesía muy distinta, llena de armonías diferentes, de imágenes que modificaban esos versos yertos que le habían dejado sus antepasados, pero también escribió líneas con un humor bastante picante y escéptico. Entre los muchos versos de «Gotas amargas» hay varios que sobresalen, pero uno de los más graciosos y de los más existencialistas es «Zoospermos», que habla del sabio Cornelius Van Kerinken. Éste, ha venido directamente desde Alemania para leer a ustedes el poema.

Humberto Dorado

El conocido sabio

Cornelius Van Kerinken

que disfrutó en Hamburgo

de una clientela enorme

y que dejó un in-folio

de setecientas páginas

sobre hígados y riñones,

abandonado luego

por todos sus amigos

murió en Leipzig maniático,

desprestigiado y pobre,

debido a sus estudio

sde los últimos años

sobre espermatozoides.

Frente de un microscopio

que le costó un sentido,

obra maestra y única

de un óptico de Londres;

la vista recogida,

temblándole las manos,

ansioso, fijo, inmóvil

reconcentrado y torvo,

como un fantasma pálido

a media voz decía:» ¡Oh!, mira cómo corren

y bullen y se mueven

y luchan y se agitan

los espermatozoides:

¡Mira! si no estuviera

perdido para siempre:

si huyendo por caminos

que todos no conocen

hubiera al fin logrado

tras múltiples esfuerzos

el convertirse en hombre,

corriéndole los años

hubiera sido un Werther

y tras mil angustias

y gestas y pasiones

se hubiera suicidado

con un Smith y Wesson

ese espermatozoide.

Aquél de más arriba

que vibra a dos milímetros

del Werther suprimido,

del vidrio junto al borde,

hubiera sido un héroe

de nuestras grandes guerras.

Alguna estatua en bronce

hubiera recordado,

cual vencedor intrépido

y conductor insigne

de tropas y cañones,

y general en Jefe

de todos los ejércitos,

a ese espermatozoide.

Aquél hubiera sido

la Gretchen de algún Fausto;

ése de más arriba

un heredero noble

dueño a los veintiún años

de algún millón de thalers

y un título de conde;

aquél, un usurero;

el otro, un pequeñísimo,

algún poeta lírico;

y el otro, aquél enorme,

un profesor científico

que hubiera escrito un libro

sobre espermatozoides.

Afortunadamente

perdidos para siempre

os agitáis ahora

¡oh puntos que sois hombres!

entre los vidrios gruesos

traslúcidos y diáfanos

del microscopio enorme;

afortunadamente,

zoospermos, en la tierra

no creceréis poblándola

de dichas y de horrores

dentro de diez minutos

todos estaréis muertos,

¡Hola! espermatozoides.

Así el ilustre sabio

Cornelius Van Kerinken

que disfrutó en Hamburgo

de una clientela enorme

y que dejó un in-folio

de setecientas páginas

sobre hígado y riñones,

murió en Leipzig maniático

desprestigiado y pobre,

debido a sus estudios

de los últimos años

sobre espermatozoides.

Daniel Samper Pizano

Es buen momento para pasar de nuevo a la poesía de humor en España. No tengo asegurada la visa y quisiera recordar que allí también ha habido grandes poetas, algunos de ellos tan mamagallistas como don Pedro Muñoz Seca. Don Pedro, un viejo simpático andaluz, fusilado durante la Guerra Civil Española por las tropas republicanas, en un momento dado pasó por el edificio donde había tenido su apartamentomuchos años antes y quería saludar al portero y la portera que habían sido sus amigos, y se encontró con que éstos habían muerto. La hija del portero le pidió entonces un epitafio en verso para colocar en una pequeña placa de los difuntos en el cementerio. Don Pedro escribió entonces el siguiente epitafio:

Fue tan grande su bondad,

tal la laboriosidad

y la virtud de los dos,

que están con seguridad

en el Cielo, junto a Dios.

En esa época, sin embargo, todos los epitafios tenían que pasar a la Diócesis de Madrid y obtener el visto bueno del Obispo. Cuando éste leyó que el epitafio decía que los dos porteros estaban en el cielo, les dijo: «Perdónenme. Esto es un pecado de presunción. No puede ser así, hay que redactarlo de nuevo». Pedro corrigió el epitafio y escribió:

Fueron muy juntos los dos,

el uno del otro en pos,

donde va siempre el que muere…

Pero no están junto a Dios

porque el Obispo no quiere.

El Obispo se molestó de nuevo: «No. El problema no es la Diócesis de Madrid, el problema es que sólo la Divina Providencia sabe si están juntos o no. No es un problema del Obispo». Y rechazó también el epitafio, y por tercera vez llegó la hija de los porteros a don Pedro a solicitarle que modificara nuevamente la leyenda. Y este fue el tercer epitafio que escribió don Pedro:

Flotando sus almas van

por el éter, débilmente,

sin saber qué es lo que harán,

porque desgraciadamente

ni Dios sabe dónde están.

Sobra decir que el epitafio fue también rechazado por la Diócesis. Y llegamos al siglo XX, donde aparecenvarios de nuestros más interesantes poetas. Uno de ellos es el cartagenero Luis Carlos López, el famoso tuerto, que demostró cómo la poesía de humor no sólo puede ser muy divertida sino que está muy cerca a la melancolía y la ternura, y muy cerca, más que otrapoesía, a la verdad.

Tarde de verano

La sombra que hace un remanso

Sobre la plaza rural

Convida para el descanso

Sedante, dominical.

Canijo, cuello de ganso,

Cruza leyendo un misal,

Dueño absoluto del manso

Pueblo intonso, pueblo asnal.

Ciñendo rica sotana de paño

le importa un higo la miseria

del redil y yo desde mi ventana

limpiando un fusil me digo:

¿qué hago con este fusil?

Por la misma época de Luis Carlos López floreció en Bogotá un boyacense que se llamaba el Jetón Ferro, que tiene versos muy divertidos y salidas muy interesantes ante problemas de difícil solución, como el de las palabras sin rima. Hay en español unas pocas palabras sin rima; veamos qué versos son capaces de componer los poetas con una palabra a la que no se le conoce rima. Una de esas palabras es indio, por ejemplo. Esto cuando lo solucionó fácilmente un poeta de la zona cafetera:

En las montañas del Quindío,

por no decir del Quindio,

yo me encontré con un indio

que estaba muerto de frío.

Más difícil es la palabra «lámpara», que no tiene rima. Este problema se lo plantearon a don Joaquín Calvo Sotelo, un mamagallista español, y produjo la siguiente solución:

El panadero, debajo de la lámpara,

la harina amasa con tacto y

frenesí.

Y en el horno dorado saca el panpara

ti.

La solución del Jetón Ferro fue mucho mejor. Éste ofreció el siguiente remedio al problema de falta de rima para la palabra lámpara.

En el salón, una lámpara.

En la victrola hay un disco.

Y un lego que pide pan.. para

los hijos de San Francisco.

Al Jetón Ferro, que era muy gracioso y divertido, gran repentista, se le solicitaba con frecuencia que en los almuerzos, las comidas, las fiestas, los bautizos, los matrimonios, dijera alguna cosa graciosa. Y un día se aburrió de que le pidieran que perorara: «Peróreme, Jetón», le pedían, y él decía alguna cosita. Y un día se paró y dijo:

Piden que perore ahora

el Jetón Ferro, o sea, yo.

El Jetón Ferro perora,

Perora, pero’ ra no.

Les cuento un chisme: estos versitos se los aprendió Joan Manuel Serrat y cuando le piden que hable con mucha frecuencia suelta el verso del Jetón y sale del problema. Sin darle crédito al Jetón.

El experto en Borges, el doctor Luis Enrique Nieto, nos va a contar que también el poeta argentino era aficionado a la poesía de humor, y como prueba, tiene algunos pequeños versos.

Luis Enrique Nieto

Borges decía que alguien decía que la poesía es la emoción recordada en la serenidad, y realmente qué mejor emoción que la del humor, porque éste está muy cercano al amor. Quien no se ríe no ama , y quien no ama no se ríe. En algún momento Borges decía que «El Golem» era el mejor poema que él había escrito,si su vanidad no lo engañaba, y que Bioy Casares le había dicho que eso era así porque unía lo patético y lo humorístico. «El Golem» es ese poema que relata la leyenda judía, sobre un rabino en Praga que crea un hombre con la palabra divina; es la misma historia del aprendiz de brujo, de Pinocho si se quiere. Les voy aleer un fragmento del poema.

El cabalista que ofició de numen

a la vasta criatura apodó Golem;

estas verdades las refiere Scholem

en un docto lugar de su volumen.

El rabí le explicaba el universo

Esto es mi pie; esto el tuyo, esto la

soga

y logró, al cabo de años, que el

perverso

barriera bien o mal la sinagoga.

Tal vez hubo un error en la grafía

o en la articulación del Sacro

Nombre;

a pesar de tan alta hechicería,

no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.

Sus ojos, menos de hombre que de perro

y harto menos de perro que de

cosa,

seguían al rabí por la dudosa

penumbra de las piezas del encierro.

Algo anormal y tosco hubo en el

Golem,

ya que a su paso el gato del rabino

se escondía. (Ese gato no está en

Scholem

pero, a través del tiempo,

lo adivino).

Hubo una sonada polémica hace varias décadas entre los poetas de Piedra y Cielo, Eduardo Carranza, Jorge Rojas, Aurelio Arturo seguramente también, Darío Samper, Arturo Camacho Ramírez y León de Greiff. De Greiff se dedicó a hurgarles el orgullo de poetas y lo hizo de una manera sumamente cruel, con unsoneto que a los piedracielistas los hirió mucho porque no sólo los ofendía a ellos sino también a Juan Ramón Jiménez, el inspirador de su movimiento y del nombre de su movimiento. El poema dice:

Luis Enrique Nieto

¡Abur! ¡Agur! Narcisos de hojalata,

Juan Ramonetes de algodón y cera.

» ¿Cómo era, Dios mío, cómo era?»

.¿Cómo sería diablos, esa chata?

¿Cómo sería? Imagen, si barata,

para la pentadáctila manera

de amar de los narcisos de la huera

pasión pueril que en vivo nos la

cata.

¡Abur¡ ¡Agur¡ ¡Narcisos poetillos

de aguachirle, aguasosa y

aguatibia!

Idos a balbucir de esos de Libia

yermos de arena y cielo,

Edén de

grillos.

La de Cambronne os perdoné,

parola:

más podeísla gustar con Coca-Cola.

Daniel Samper Pizano

Cuando reaccionaron los poetas de Piedra y Cielo contra esto que era una ofensa, De Greiff salió entonces con un nuevo soneto en que no pedía perdón; al contrario, lo que hacia era restregar un poco más la sal en la herida.

Luis Enrique Nieto

No os calentéis por esa broma

tonta,

líricos jovenetos: por Apolo

– o quier por Juan Ramón-, juroos

que solo

quise me divertir. ¡El rayo apronta

Zeis cronida, que anclará en mi

chonta

glabra! Zeus, o quier otro pipiolo;

de terror no mi faz desarrebolo:

diré -con quien lo dijo- «tanto

monra».

Dueño yo soy de hacer lo que me

pete

con mi «lira» (o guitarra o sacabuche)

mi verbal secundando contrapunto.

No os calentéis. Setenta veces siete

voy a insistir: no se oiga o sí se

escuche

mi voz, y os guste o detestéila.

Punto.

Daniel Samper Pizano

No siempre la culpa de los malos versos es de los poetas; a menudo ocurre que se trata de una errata o erratón, como decía Neruda. Yo recuerdo el caso de Manuel Altolaguirre, gran poeta español que vivió mucho tiempo en La Habana, donde fue maestro y editor. En alguna ocasión editó un pésimo poemario de un señor que le pagó una plata para que lo editara. Le entregaron el primer ejemplar al poetastro y se apareció a medianoche en la casa de Altolaguirre, enardecido e indignado, porque le habían dañado el mejor de sus poemas: «Mire usted, este es el gran poema de mi libro, que termina diciendo ‘yo llevo un fuego atroz que me devora’. Lo cambiaron y ahora dice: ‘yo llevo un fuego atrás que me devora’». Altolaguirre le dijo: «usted tiene toda la razón; que le devuelvan el dinero». Y salieron a la medianoche en una canoa y tiraron toda la edición en alta mar.

Sobre erratas y erratones y errores tipográficos, les hablará ahora Humberto Dorado.

Humberto Dorado

Don Luis Donoso tiene la siguiente queja en lo que se refiere a los cajistas de las tipografías:

Alguna vez mi musa le compuso

a cierta dama de gitanos ojos

un fino canto de belleza al uso

y donde puse con amor profuso

todo al través de sus antojos.

Cierto cajista despiadado puso

Miras todo al través de sus

anteojos.

A otra dama de cuerpo alucinante

ante cuya belleza yo me postro

lancé también esta expresión

galante:tú tienes de las sílfides el rostro

y en tus ojos oficia un hierofante.

Y el cajista, por cierto un poetastro,

así varió la estrofa emocionante:

tú tienes de la sífiles el rastro

y en tus ojos oficia un elefante.

Daniel Samper Pizano

El más grande parodista que ha dado la poesía de humor colombiana es sin duda Hernando Martínez, «Martinón, del cual el doctor Pedro Alejo Gómez nos quiere leer algo.

Pedro Alejo Gómez

El poema que voy a leer nunca fue publicado por Hernando Martínez en libro. Su viuda lo encontró en un fólder, con anotaciones y correcciones de su autor, publicándolo luego póstumamente.

ALTO AMOR
Alto amor en el cielo, alta doncella

arrebatada al comenzar el día;

mía, y del viento que la conocía,

vecina de la nube y de las estrella.

¡Qué temprano el quejido de su

huella

cada mañana al aire se rendía!¡

Cómo, de tarde, el campo se

encendía

todo él dorado en la esperanza de

ella!

Sobre el monte y el mar, nunca la

rosa

de los vientos más alto consintiera

tacto de más errátil mariposa.

Me la robó la brisa bucanera,

mi alto amor. Se llamaba Luz

Velosa;

trabajaba en un jet de cabinera.

Daniel Samper Pizano

Para terminar, vamos a leer «Los gozos para la novena de José Gregorio Hernández», de Hernando Martínez, Martinón. A todos los aquí presentes que participen en el rezo, se les dará cierta indulgencia. Voy a rogarle a todos los concurrentes que repitan, cuando el oficiante, el maestro Dorado lo diga, los dos siguientes versos: «Demos gracias, gracias muchas, al doctor José Gregorio».

Humberto Dorado

GOZO PARA LA NOVENA DE JOSE GREGORIO HERNÁNDEZ

Por servir a los dolientes

de este mundo transitorio

nuestro Siervo y sabio y santo

que es en todo especialista

a ejercer la medicina

se salió del Purgatorio.

Por acción tan nunca vista,

proceder tan meritorio,

demos gracias, gracias muchas

al doctor José Gregorio.

Con alcohol y mertiolate

y ningún otro accesorio

cada viernes por la noche

este Siervo opera a tientas

sin mover a los pacientes

de su cama y dormitorio.

Por actuar sin herramientas

con éxito tan notorio,

demos gracias, gracias muchas

al doctor José Gregorio.

Una noche en que se vino

sin mirar el directorio

operó un vecino sano

que no había tenido cita,

pero todo al fin y al cabo

resultó satisfactorio.

Por atención tan gratuita,

sin el pago obligatorio,

demos gracias, gracias muchas

al doctor José Gregorio.

Amén.