Revista #17

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Indice

Editorial

Articulo

Editorial:
Dibujando en el aire a María Mercedes Carranza
Pedro Alejo Gómez V.

7

Homenaje a María Mercedes Carranza
In memoriam
Poemas de María Mercedes Carranza
Mario Rivero

9

Presentación del libro Poemas del caminante de Belisario Betancur
Poemas
Mario Rivero
Belisario Betancur

30

Descanse en paz la guerra
Poemas de los ganadores
María Mercedes Carranza

40

Alzados en Almas contra el secuestro
Escrito en la hoja de una espada
Poemas de los participantes
Pedro Alejo Gómez V.

48

Concurso Nacional de Traducción de Poesía Francesa
La ensoñación poética en la obra de Marguerite Yourcenar
El azaroso oficio del traductor
Vicente Torres MariñoNicolás Suescún

66

Eduardo Carranza:
El viaje del amor a la muerte
Poemas de Eduardo Carranza
Daniel Samper Ospina

98

Poesía Colombiana Miguel Méndez Camacho
Eduardo Gómez
Guillermo Alberto Arévalo
Omar Ortiz
Juan Felipe Robledo
Juan Carlos Galeano
Rodolfo Ramírez

120

Poemas Meria Delmar

145

Presencia de la poesía mexicana
Hugo Gutiérrez VegaMarco Antonio Campos
Darío JaramilloAlvaro Miranda

150

XI Festival Internacional de Poesía de Bogotá
Principios de cartografía poética
Marbete (A María Mercedes Carranza, siempre viva)Poemas de:
Pedro Alejo Gómez V.
Rafael del CastilloRodolfo Häsler
Luis Miguel Madrid
Luis Antonio de Villena
Carmen Nozal
Luis García Montero
Francisco José Cruz
Blanca Andreu
Ana Rossetti
Rodolfo Dada
Alberto Rodríguez
Alberto Benavides Ganoza
Esther Zarraluki
Leonardo Padrón
Ricardo Silva
Oscar Galindo
Armando Romero

164

DIBUJANDO EN EL AIRE A MARÍA MERCEDES CARRANZA

Del editor

Discurso pronunciado por Pedro Alejo Gómez en su posesión como

Director de la Casa de Poesía Silva el 29 de Julio de 2003

Nada quiero -ni puedo- decir ahora que no tenga un tono personal. Sé que mañana diré: «Ayer no más murió María Mercedes Carranza». Hay muertes que siempre serán recientes.
Nadie diga que el arbitrario y feroz afecto es subjetivo porque toda creación proviene de él y más allá acaba el sentido. Un día Confucio dijo por siglos: Donde no hay afecto debe haber moral. Donde no hay moral debe haber ley. Donde no hay ley debe haber fuerza.
No es fácil escribir mientras la tempestad agita el barco.
Antes de ser, los libros eran hombres y mujeres. La muerte no cambia esa naturaleza. Solo que su cercanía y su trato son otros: «escucho con mis ojos a los muertos», decía Quevedo. Los libros son seres vivos. Después, en la ciudad del tiempo, son hombres y mujeres transparentes.
He vuelto a los libros que ahora son ella. A su franqueza de tierra firme. La misma que está en su desnuda poesía. Sin adornos, pero sobre todo sin engaños: lúcida. Nada en ella hay escondido. Solo la ceremonia de la verdad a sus ojos. Al cabo ¿quién puede adjetivar la luz?Alguna tarde mirando por la ventana o al transitar una indecisa calle debió pensar que la verdadera risa es, mientras haya miseria, una esperanza y que, en esa espera, solo podemos reír porque olvidamos. Hay seres generosos. Ella era solidaria.
Tantas veces la vi defendiendo feroz, sin vacilación. Sé que en esa vehemencia estaba, al mirar afuera, el cansancio de saber la dignidad que falta y el silencio y la oblicua cobardía que sobran.
En el sitio del tiempo el arte es una declaración de resistencia. A fin de cuentas la imaginación es el nombre de la dignidad mayor del hombre en el universo.Todos nosotros hemos vuelto a ella y a Genoveva Carrasco de Samper al entrar a esta Casa de Poesía.
Le Corbusier, que había construido ideas sobre las que se edificaron ciudades desde Chandigarh hasta Brasilia, dijo su grande y mínimo fundamento: «la casa debe ser el estuche de la vida».
Antes de esta Casa ella escribió esta línea memorable: «ciudad a medio hacer, siempre a punto de parecerse a algo». Después, por años hasta ayer, obstinadamente, ella misma, se dedicó a combatir su propia afirmación poética, buscando esos perfiles que le faltan a la ciudad. Prueba de ello es esta Casa de Poesía.
Esta Casa tiene, hoy más que nunca, una razón: cuando las palabras se desvalorizan surgen los estados de violencia. La falta de justicia los consolida. Entonces comienza el sordo monólogo ensordecedor de las armas.
Pero también hay una razón en la paz. La primera vez que hablé aquí dije mi convencimiento de que «ninguna verdad mayor hay que la verdad poética. Toda otra verdad le es afecta o le está subordinada. Ello porque si la hemos alcanzado, siempre aspiramos a regresar a ella, o, porque, aun sin saberlo, aspiramos a construirla para vivir desde ella».
Por ello siempre habrá una razón para esta Casa. Esta Casa indispensable. No basta mantenerla y consolidarla. Tengo la certeza del soporte de todos ustedes, como columnas, en mi propósito de difundirla y multiplicarla.
Debo confesar mi insobornable convicción en el día en que no haya más gobierno que el de los libros y en que los decretos sean pinturas y la sola ley sea la música. Y mi fe en el destierro para siempre de todo secreto. A fin de cuentas mi padre fue el relator de Los Papeles de la Academia Utópica.
Hace 25 siglos un gran ateniense pronunció unas palabras que quiero recordar ahora, en homenaje a ella: «Al engrandecer sus hijos la ciudad -dijo- ésta les ha engrandecido». Tucídides las atribuye a Pericles.
Solo cuando murió supimos qué tanto éramos todos María Mercedes Carranza.

PEDRO ALEJO GÓMEZ

POESÍA COLOMBIANA

Se reproducen algunos de los poemas de los libros presentados durante el curso del año en la Casa Silva.

Miguel Méndez Camacho (Cúcuta, 1942). Poeta, abogado y periodista. Desde 1991 es decano de la facultad de Comunicación Social-Periodismo de la Universidad Externado de Colombia. Obra poética: Los golpes ciegos (1968), Poemas de entre casa (1972), Instrucciones para la nostalgia (1986) y Desencantos y cantos (2003).

Recuérdame, desnuda

¿En qué bar estarás

donde tu risa

suene más que la música?

¿Dónde tu pelo sea

el rincón más oscuro de la fiesta

y tu escote

la ventana mejor iluminada?
Alguien sabrá que eres impredecible

de la cintura para abajo,

hacia arriba te salva la sonrisa

y esa mirada ausente

como si no quisieras compañía.
¿A quién decidiste seducir?¿Algo tiene de mí tu próxima aventura?
Recuérdame, desnuda

y no olvides

que nadie sabe más de tu cuerpo

que mis manos.

La otra

De todas las mujeres que te habitan

hay una agazapada que me espera.

No la recatada, la escrupulosa, la puntual,

la sutil comprensiva,

la translúcida,

la dignísima requetesabida.

La otra:

la enajenada, la procaz, la posesiva,

la lasciva imprevista,

la insaciable, la cruel, la inoportuna,

 la única respetable

de esas tantas mujeres que te habitan.

Eduardo Gómez (Boyacá, Colombia, 1932) Poeta, crítico de arte, ensayista y profesor universitario. Entre sus libros de poemas publicados se destacan: Restauración de la palabra (1969), El continente de los muertos (1965), Movimientos sinfónicos (1980), Poesía reunida 1969-1985 (1985), El viajero innumerable – Historia baladesca de un poeta (1988), Las claves secretas (1998) y Faro de luna y sol (2002).

Faro de luna y sol

Tú que en la inmensidad de las noches

tratas de preservar la luz del viejo faro,

-que aún guía hacia un puerto escondido-

estás demasiado solo y lejos de la ciudad

abandonado bajo un cielo de aves de rapiña

viendo a los tiburones rasgar las aguas mansas

y escuchando apenas la música celeste

amenazada siempre por estruendos de taberna.
Ya es inútil implorar a dioses muertos

y esperar la palabra justa y fundadora

de aquellos que tiranizan la ciudad.

A este ruinoso puerto ya no vienen barcos

y sólo algún amigo recuerda que no has muerto

y te trae un libro (¡demasiadas palabras!)

o, vuelto hacia el pasado común, calla.
Pero ellos, los «felices», buscan la oscuridad cómplice

sus risotadas profanan el silencio consagrado

y su salud brutal aplasta brotes entreabiertos

amenaza, devorante, los nobles dones de la tierra

y trafica con libros de sabiduría inmemorial.

No obstante, debes vivir entre ellos y por ellos

tu faro requiere de su pericia y su técnica

y tu debilidad soñadora de su astuta fuerza.

Todavía son tus hermanos de sangre

(aunque sus alas rotas estimulan su astucia

y su corazón trabaja como una bomba de tiempo

reseco y agrietado por la sal de ajenas lágrimas)

y con ellos habrás de recorrer el desierto y sus oasis,

pues los monólogos que indagan bajo una sola lámpara

excluyen el mensaje de multitudes laboriosas

entablan con la luna diálogos delirantes

y desean consolar hipotéticas glorias.
Es necesario resguardar aquellos sueños

que nos invisten como oficiantes del seráfico vuelo

y como insurgentes de la ciudad tormenta.

Tan sólo será posible compartir con solitarios

que saben anhelar la utopía de un futuro

porque han comprendido que todos -sin saberlo

-nacemos con un sol y una luna en el pecho

y el latente esplendor y la angustia de milenios. 

Guillermo Alberto Arévalo. (Bogotá, 1947-2012). Crítico literario, docente universitario y poeta. Entre sus libros de poesía podemos mencionar: Hay un grito escondido, Andamos formando un amanecer, Habanera //y Estaciones.

La mamá grande

Da color con sus óleos a los grises

De las cabezas tristes de la clínica.

Verla pintar reúne

Más público

Que el voleibol de al lado.

Cambia su carácter de manera bien brusca,

Intempestiva.

Pero su generosidad no tiene límites.

Es la madre adoptiva

De tantas semihuérfanas

Que por ahí pasaron

Y la visitan religiosamente.

Esta hija de inmigrantes libaneses

Sabrá captar con sus espátulas

Y plumas

Esa mágica luz, que es tan extraña,

Por cuya vista hubiera dado todo

La escuela impresionista,

De los atardeceres bogotanos.Grande y pequeño mundo

 

Aquí, en tan breve espacio,

Se cuece todo aquello

Que florece en el

Mundo.

Malas y buenas yerbas:

Amistades, amores, celos, odios,

Deseos de dominio,

Apetitos sexuales, frustraciones.

Pero también despiertan

Expresiones dormidas.

Guitarras y colores

Van haciendo visibles

Las sombras

Que atormentan

Nuestras mentes.

 


Rodolfo Ramírez
(Bogotá, 1973). Poeta. Realizó estudios de filosofía en la Universidad Nacional de Colombia. Director de la revista Taller de la hoja. Ha publicado: Tintasangre.

 Mutación

Se desgaja la vida

cae de tajo

y estalla ilímite

en el blanco

silencio de la hoja.

Se transfigura deformada

en un charlo de imágenes

de sombras.

Máscaras de otros.

Que son y no son

en la palabra hasta la palabra.

  Tintasangre

«Hombre, árbol de imágenes».O.P.

He matado a un hombre.

Un signo

que mancha con su tintasangre

mis sentidos.
Noé, probablemente,

no me tendrá en cuenta

para su próxima arca.